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Incertidumbre, crisis, colapso: El (necesario) bardo hacia una nueva vida
El budismo tibetano ofrece una visión profunda del potencial del momento.
By Adrián Villaseñor Galarza Posted in Covid-19, Espiritualidad, Sustentabilidad on 1 mayo, 2020 3 Comments
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De la noche a la mañana, el cotidiano de la mayoría de habitantes de esta bella casa-Tierra se ha esfumado, dejándonos en una especie de realidad transitoria entre lo viejo y conocido y lo nuevo por conocer. Al cabo de preguntarle como estaba a una persona desconocida hace un par de semanas, me respondió: “Mmm, no muy bien. Lo mas grave es que no tengo idea cuando volverá la normalidad y, si es que vuelve, como es que será.” El acostumbrado sentido de control, seguridad y continuidad de nuestras vidas se disuelve entre las fauces de la crisis de salud que hacemos frente.

Como frijoles a medio cocer, reconocemos ahora la transitoriedad de nuestras vidas de manera más clara, deseando terminar de cocinarnos debidamente para nutrir cuerpos, mentes y corazones. Pero el producto final de esta “cocción colectiva” dista de ser un resultado asegurado. Es posible que los frijoles se nos quemen o nos salgan insípidos, o que simplemente no lleguemos al punto de cocción que nos permita convertirnos en buen alimento.

Esta incertidumbre y aprehensión social traen a la superficie una serie de reacciones internas que suelen ser abrumadoras, llevándonos a un estado semi-permanente de crisis o inclusive trauma. El constante bombardeo de los medios de comunicación masiva refuerza el crónico sentido de agobio, estrés y preocupación.

A escala sistémica, la incidencia del Covid-19 pone de manifiesto las múltiples deficiencias del funcionamiento de las sociedades de consumo que descansan en la nefasta guerra contra la naturaleza malentendida como progreso y desarrollo económico. Aun más, las medidas de mitigación puestas en marcha para contrarrestar la distribución del virus contribuyen a amplificar el ya grave sentido de desconexión y peligro asociado al mundo natural.  

En medio de este escenario de transición e incertidumbre surge la necesidad casi compulsiva de buscar un ancla o refugio que nos devuelva un sentido de seguridad y estabilidad. De tal manera pensamos que el interludio acabaría inmediatamente y las cosas volverían de una buena vez a la normalidad. No obstante, la “normalidad” a la que estábamos acostumbrados era considerablemente patológica y destructiva. ¿Qué podemos hacer al respecto?

¿Qué tal si tomamos la responsabilidad de producir la necesitada ancla o refugio en nosotros mismos? Y si nos preguntamos: ¿cómo es posible conectar con la dimensión fértil de la crisis que hacemos frente? O, siguiendo la metáfora anterior, ¿cómo hacemos para que la cocción colectiva actual sirva de inspiración para llegar a ser nutritivos y sabrosos frijoles?

La mirada intermedia

El colapso forzado de nuestra identidad conectado con la desaceleración de los mecanismos productivos nos lleva, tarde o temprano, al encuentro con nosotros mismos. Esta mirada hacia dentro suele caracterizar los interludios encontrados en lugares tan diversos como antiguos ritos de paso, en la aventura del nacimiento biológico y el proceso de muerte, en el mundo natural y en iniciaciones de corte espiritual y religioso.

A grandes rasgos, los interludios o espacios intermedios acarrean un tremendo potencial, debido a que las certidumbres y maneras habituales de ser cesan de operar. Forjar una sana relación con la incertidumbre característica de los episodios de transición trae consigo una libertad de expresión y creatividad difícilmente encontrada en otros momentos. En esta instancia es útil reconocer que cualquier proceso de cambio ha de ser precedido por un intermedio.

El budismo tibetano presenta un refinado entendimiento de lo que es, seguramente, la transición más fundamental de nuestras vidas; el paso hacia la muerte. Referido como bardo, el intervalo posterior a la vida humana es una excepcional oportunidad para trascender los ciclos de sufrimiento y despertar a nuestra verdadera esencia, colmada de plenitud, claridad y gozo. Para lograr tal proeza es necesaria toda una vida de práctica en los espacios intermedios. De entre las prácticas se incluye la amplificación del bardo entre un pensamiento y otro (proceso conocido comúnmente como meditación) y llevar una atención refinada al bardo entre la vigilia y el sueño profundo.

Es improbable que una persona trascienda el ciclo del sufrimiento al momento de su muerte si no se familiarizó con la naturaleza del bardo durante su vida. En tal caso, la conciencia del individuo experimenta una serie de aventuras y encrucijadas post-mortem que desembocan en una nueva vida, de acuerdo a algunas escuelas del budismo.     

Una característica básica del entrenamiento en el bardo es que la mente encuentra cierto grado de reposo o pausa de su incesante accionar. Es por ello que, de acuerdo al budismo tibetano, el bardo de la vida o de la muerte funcionan como un espacio en donde la luz radiante de nuestra esencia se hace visible, y lo verdaderamente importante sale a relucir. 

Re-habitando el bardo

            El episodio producido por el Covid-19 representa una gran pausa en nuestro diario vivir, caracterizada por la incertidumbre y potencialidad del bardo. Así como en toda transición, en nuestro tiempo atestiguamos el colapso de estructuras, tanto mentales como institucionales, y el subsecuente estado de crisis y negociación que esto conlleva. De igual manera, el bardo trae consigo una valiosa promesa: la capacidad de re-crear la relación que tenemos con nosotros mismos y con el mundo.

            Este es un tiempo fértil para refinar nuestra visión y elegir de que maneras queremos seguir andando nuestros caminos. Hoy, podemos elegir adonde dirigir nuestra atención, y reformular los principios que regirán nuestro preciado tiempo aquí en la Tierra. Hoy, podemos elegir ir más allá del individualismo y competencia de las cosas de costumbre para reconocer la interdependencia que entreteje la vida, que ahora mismo toca tan claramente a la puerta. Hoy, es posible contrarrestar la apatía y la indiferencia al forjar una actitud de respeto y reverencia hacia los demás seres y nosotros mismos, por más pequeños que sean nuestros pasos. Hoy, somos capaces de elegir la vía de la vulnerabilidad y fortaleza interna para expresar lo que realmente es de importancia para nuestro corazón. Es tiempo.

            El bardo colectivo en el que nos encontramos nos invita a saborear la enorme fortuna de tener una vida que vivir. Quizá, en una de esas, atisbemos la clara luz de la realidad y caigamos en cuenta de que somos los frijoles, el fuego, el agua, la olla y el cocinero a la vez. 

El Dr. Adrián Villaseñor Galarza es un apasionado del prroceso de transformación humana en servicio de la Tierra para develar la expresión regenerativa de nuestros potenciales profundos. Adrián es autor, facilitador internacional, colaborador académico, (eco)terapeuta sistémico y transpersonal y practicante espiritual. Facilita activamente el Trabajo Que Reconecta de Joanna Macy en América Latina y más allá.

Para más información visita: living-flames.combioalkimia.org y eltrabajoquereconecta.org.

Adrián Villaseñor Galarza
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