Moira Millán es una fuerza a tener en cuenta, una weychafe en la tradición mapuche, o como ella lo explica, una guerrera, una luchadora, una defensora. “Ser una Weychafe es ser la defensa del territorio, la defensa de la vida. Y ese es el espíritu que me habita “.
Moira acababa de viajar desde cerca del fondo del planeta, desde Wallmapu – las tierras ancestrales del pueblo mapuche, más conocido como Patagonia – para presentarse en la prestigiosa Feria Internacional del Libro. Yo estaba encantada de tener la oportunidad de conocerla finalmente en persona.
La conocí en el Hilton, que se apresuró a decirme que es culpable de terricidio y peor en muchos de los sitios donde desplaza comunidades para construir sus resorts. Aún así, fue una oportunidad para ella de aumentar la visibilidad de su causa, que es nada menos que la caída del patriarcado, liderado por una red creciente y ferozmente activa de mujeres indígenas, y su reemplazo por los valores tradicionales de reciprocidad, respeto. y el derecho a una buena vida para todos los seres, humanos y no humanos por igual.
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Desafortunadamente, su charla fue corta, dado que los organizadores la habían puesto en un panel con otras cuatro personas. Pero valió la pena capturarla, y aquí comparto una transcripción:
Bien, voy a intentar en pocos minutos poder contar 14 mil años de historia y conceptos que hemos venido desarrollando a partir de la resistencia activa y la defensa de nuestra identidad y nuestra territorialidad. Estaba pensando cómo encarar esta conversación con ustedes. Me parece que lo primero es presentarme desde el lugar en que me anuncio como mujer indígena, como weychafe, como mujer luchadora, que pretendemos recuperar nuestra cosmovisión, nuestra forma de entender y habitar el mundo que es el cosmos centrismo. Pensando en esto que de la izquierda y la derecha, ese binarismo traído del coloniaje que las repúblicas coloniales han heredado y nos han reducido, ese pensamiento binario hasta donde tenemos que disputarnos en qué posición estamos.
Los pueblos indígenas no quedamos ni del lado de la izquierda ni del lado de la derecha, sino el cosmocentrismo. Y esta palabra implica un concepto profundo, trae memoria, trae territorialidad, trae cosmografía en vez de la geopolítica actual. Cuando pensamos en los mundos siempre desafortunadamente nos remitimos a la construcción de la geopolítica de los estados invasores sobre nuestro territorio, la nación mapuche, por ejemplo, no se siente ni argentina ni chilena. Es mapuche.
14,000 años de historia. La pérdida de nuestra libertad es reciente, apenas 120 años de pérdida de esa libertad. Es muy importante para nosotros remarcar esto, porque en Argentina se está demonizando la lucha mapuche y se plantea como la extranjerización, como el enemigo interno.
Se dice que los mapuche venimos de Chile. En Chile se dice que venimos de Argentina. A veces de manera chistosa pregunto si somos extraterrestre porque no somos de un lado ni el otro, ¿entonces de dónde somos? Y en realidad es esta ignorancia de tratar de hacer un reduccionismo de la lectura del conflicto a partir de la geopolítica de los estados coloniales.
El cosmocentrismo, en definitiva, plantea entonces una forma de habitar el mundo, una forma de sentir nuestra territorialidad cosmografía, de hecho. Hablaban sobre el problema de la migración. Y le decía a una compañera que desde el movimiento de mujeres indígenas, la categoría migrante nos parece una categoría completamente colonial, porque en realidad, desde la cosmografía que nosotras reivindicamos, la humanidad toda ha tenido el derecho siempre de la trashumancia. Que no había emigración, había trashumancia. Y ese es un derecho inherente a los pueblos del mundo, a los seres del mundo, y lo tenemos que reafirmar. Este cosmocentrismo nos lleva a nosotras a caminar hacia la recuperación de valores fundamentales que interpelan a este sistema. ¿Qué proponemos?
¿Cuál es nuestra propuesta frente al patriarcado, el capitalismo? Nosotras no somos feministas, no nos sentimos feminista. Nos sentimos hermanadas con el feminismo, pero nosotras no somos feministas, somos anti-patriarcales. Siempre digo, el feminismo no tiene el monopolio. El feminismo es una expresión mayoritaria, pero no es la única expresión que se opone al patriarcado. Y en esa oposición al patriarcado, en realidad nosotras venimos a interpelarlo todo.
El feminismo viene a interpelar el poder del patriarcado, le disputa el poder al patriarcado. Nosotras venimos a interpelar el poder como concepto y planteamos la restauración de un orden cosmogónico, de reciprocidad, de respeto y de amorosidad, no solamente entre los géneros, no solamente entre los humanos, sino también con toda la naturaleza. Entonces no puede haber para nosotros una lucha antipatriarcal si no se plantea una lucha anticolonial, no puede haber una lucha de liberación de nuestros cuerpos y territorios si no hay una lucha por la liberación de los territorios y de la libre determinación de los pueblos. Y estas luchas, esos múltiples objetivos, se ensamblan en uno solo, que es la recuperación del buen vivir como derecho. Esa es nuestra propuesta como mujeres indígenas, la recuperación del buen vivir como derecho.
Entonces nuestra lucha contra el patriarcado se va ensamblando con la lucha también por la reafirmación de la vida en los territorios. Cuando recuperamos territorios tratamos de establecer allí una forma de vivir en armonía con la tierra, recuperando todos los preceptos y los legados de nuestros ancestros y nuestras ancestras.
Siempre digo que en el mundo indígena no recibimos herencia porque el herencia es una concepción también Wingka, es de Wingkalandia (la sociedad no indígena). Nosotros recibimos legado. Esos legados son formas de habitar el mundo que debemos defender.
Wingkalandia, lo que Wingkalandia significa para nosotros es esa lógica, es esa civilización, es esta matriz civilizatoria que impera en el mundo, que es antropocéntrica, que es patriarcal, que es racista, que es individualista, que es materialista. Esta visión del mundo que tiene Wingkalandia es la que ha imperado, que se ha globalizado y que se ha instaurado en nuestros territorios. Wingkalandia ya no tiene más nada que enseñar, porque en estos siglos de imponer su pensamiento lo único que ha traído es muerte.
¿Dónde va a surgir la esperanza, la posibilidad de construir una matriz civilizatoria alternativa? Desde la Indoamérica de los pueblos indígenas y las mujeres indígenas estamos justamente levantando y recuperando ese pensamiento y uniéndonos y articulando con los movimientos mujeriles del mundo.
Porque en realidad lo que está surgiendo con este movimiento telúrico, porque es telúrico, surge desde la tierra, ves que nosotras las mujeres tenemos una sabiduría que ha surgido a partir de nuestro proceso de preparación académica. Yo no soy académica, pero me refiero a que los diferentes movimientos sociales son escuelas en las que hayamos transcurrido. En realidad el movimiento telúrico en la tierra está despertando a las mujeres del mundo. La Tierra nos está despertando también a las diversidades.
La tierra, las fuerzas espirituales, la tierra nos está despertando porque hay que destruir a este sistema. No es posible, no es opción, la integración. La única opción es la desintegración de este sistema para que nazca un sistema alternativo. Y entonces estamos despertando, porque esta lucha no solo es política, es una lucha espiritual también.
Por eso los grupos religiosos, que son justamente la oposición, esos grupos religiosos que están siendo constituidas como fuerzas políticas, injerencistas en nuestros territorios, vienen a ser extractivismo espiritual, vienen a ser extractivismo cultural, como alguna vez también lo hizo la academia. Extractivismo cultural en las comunidades, en los pueblos, en las naciones indígenas. Entonces esta fuerza telúrica viene a presentarnos un gran desafío, que es volver a reconectar con la tierra, que por supuesto en estos formatos va a ser imposible.
En estos formatos, ante los tiempos del sistema, nos quitan la palabra, imagínense las dificultades que tenemos para que podamos encontrarnos con la verdad profunda y en el tiempo y espacio necesario, cuando este sistema está todo el tiempo violentándonos, hasta en los mismos espacios en los que debemos traer nuestro pensamiento y nuestros saberes. Es una pena que viajé ocho mil kilómetros y no pueda terminar de explicar la lucha y el pensamiento, pero por suerte no hablamos con palabras, también hablamos con hechos porque nos determinan las acciones.