Reportaje y fotografía por Tracy L. Barnett
Mientras la mayoría de las personas celebraban las festividades de año nuevo, en Canadá y en México se lamentaba la pérdida de un destacado maestro y estudioso wixárika, a la vez embajador de la cultura huichol y activista por los derechos de los pueblos originarios, cuyo trabajo en nombre de la unidad indígena tuvo un impacto en toda Norteamérica.
El camino de Yuka + ye Jesús Lara Chivarras lo llevó de la sierra huichola hasta los pasillos del poder. Se codeó con estrellas del rock y con artistas; se enfrentó a policías, gobiernos y ejecutivos de empresas; fue profesor de estudiantes universitarios, productores de cine, abogados y periodistas, pero él siempre estuvo más a gusto en su pueblo. Fue padre de 15 hijos; dos lo precedieron en la muerte.
Para sus amigos cercanos, la muerte de Yuka+ye Jesús Lara Chivarra en diciembre a causa de un paro cardiaco después de un accidente automovilístico fue toda una sorpresa. Viajero sin descanso, escritor y gran orador público, Jesús Lara durante 54 años tocó la vida de tantas y tantas personas, incluida esta reportera. Lara Chivarra fue un pedagogo de formación y el autor del diccionario wixárika-español. Trabajó dentro de su comunidad para mantener su cultura viva, y al mismo tiempo trabajó para hacer su lenguaje accesible a aquellos que les resultaba ajena, con la creación de un método de enseñanza para aprender más fácil este lenguaje arcano.
Él era uno de los principales integrantes del movimiento creado para proteger el territorio sagrado huichol de las compañías mineras canadienses y viajó alrededor de Estados Unidos y Canadá para reunir apoyo a favor de esta causa. Fue en estos viajes en los que ganó mayor exposición pública, aunque su trabajo por la defensa de los territorios wixárikas comenzó dos décadas antes.
Jesús González de la Cruz, un amigo de su juventud de la comunidad hermana de Tuxpan de Bolaños, lo recuerda ya desde joven, cuando presentaba sus ideas en las asambleas generales siendo todavía un estudiante, como un pensador claro y elocuente.
Jesús González acompañó a su “tocayo” en su pugna por recuperar y defender los territorios wixárikas, incluyendo un inolvidable enfrentamiento en Mesa del Tirador, en la segunda mitad de los noventa. El gobierno federal había identificado 14 “focos rojos” o zonas problemáticas alrededor del país –y Tuxpan era una de ellas. Jesús González era en ese entonces delegado de la Unión de Comunidades Indígenas Huicholas de Jalisco y Lara el presidente de la organización; González recuerda al joven líder como una fuerza de calma y razón.
Lara Chivarra estaba cumpliendo un plazo como comisionado de bienes comunales en el territorio de San Sebastián Teponahuaxtlán, en lo alto de la Sierra Madre Occidental, y como presidente de la Unión de Comunidades Indígenas.
Carlos Chávez, de la Asociación Jalisciense de Apoyo a los Grupos Indígenas A.C. (AJAGI), recuerda ese tiempo –alrededor de 1997– como uno muy tenso por el conflicto por recuperar miles de hectáreas de tierras huicholes invadidas por sus vecinos no-indígenas. Un grupo de huicholes ocupó las tierras y se rehusó a irse. “El gobierno de Nayarit mandó a la policía y estaba a punto de ponerse muy feo”, recuerda Chávez. “El gobierno federal intervino y la policía llegó en helicóptero –no iban a marcharse hasta resolver el asunto.”
Jesús Lara fue el negociador de las comunidades huicholes en esa confrontación, y gracias a su nivel de liderazgo y sus capacidades diplomáticas, se pudo evitar cualquier resultado violento. Las negociaciones eventualmente llevaron a la recuperación de más de veintidós mil hectáreas de tierra del territorio de San Sebastián.
“Fue en ese momento cuando me di cuenta que Don Jesús era una persona excepcionalmente inteligente”, recuerda Chávez. “Él era capaz de dirigir el conflicto en una manera muy estratégica; el capturaba rápidamente el punto principal de cualquier lucha y tomaba una posición muy clara.”
Esa lucha influiría en las luchas agrarias posteriores en toda la región, dijo Chávez, que llevaron a la recuperación de miles de hectáreas de las comunidades Wixarika. Su elocuencia y pensamiento estratégico ayudaron a hacer de Jesús Lara un líder para su comunidad y para los esfuerzos de unidad indígena en todo el continente.
“Él siempre será un gran ejemplo”, dice Chávez. “Yo siempre admiré mucho su capacidad para observar la realidad con detenimiento y actuar después… Ante cualquier problema, sabiendo que Don Chuy había llegado, podíamos tranquilizarnos porque había llegado una fuerza.”
El abogado Alfonso Hernández Barrón de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, y amigo de mucho tiempo de Jesús Lara, observó las mismas características años después en una audiencia pública en Real del Catorce, en el territorio sagrado de Wirikuta. Lara oficiaba como miembro del Consejo Regional Wixárika –una organización que se formó en los inicios del conflicto para salvar Wirikuta– y del Frente en Defensa de Wirikuta. Más de cien personas se habían reunido y se rumoraba que la compañía minera había pagado a muchos de ellos para asistir e instigar al resto.
“De repente empezaron a gritarnos y amenazarnos”, dijo Barrón. “En este momento recuerdo que yo estaba muy indignado, pero Jesús Lara estaba en paz. Él en ningún momento se molestó. Nos fuimos con mucha dificultad de ese lugar porque estaba en juego nuestra integridad física. Jesús Lara, sin embargo, siempre mantuvo la calma. Nunca lo vi ofender a nadie. Siempre decía que deberíamos construir juntos, que no debería haber violencia –entonces creo que la perspectiva de Yuka+ye es una perspectiva de paz y de profundo amor por su pueblo.”
En este contexto las autoridades tribales lo eligieron como comisionado. Su misión era viajar al extranjero para exponer la necesidad urgente de proteger el territorio Wirikuta de las operaciones mineras. Yo lo acompañé junto con el resto de la delegación wixárika en muchos de sus viajes como traductora –primero en Cancún en las conferencias sobre cambio climático de la COP 14 y luego en Vancouver, Canadá, donde conoció primero a los líderes de las Primeras Naciones y donde habló en una conferencia sobre justicia minera. Fue ahí, en Canadá, donde conoció a su némesis –junto con el artista huichol Cilau Valadez–, cuando entraron a los edificios principales de la minera First Majestic Silver Corp. para entrevistarse con el presidente de la corporación y luego presentar una declaración en contra de la minera en la reunión anual de accionistas.
Esta escena fue, de nuevo, tensa, con intervenciones de la policía (pero esta vez en la imponente torre de la compañía minera). Nunca olvidaré su figura: yacía impasible, cabeza erguida, viendo las puertas doradas de un gigante extranjero, sosteniendo el bastón de madera tallada que solía pertenecer al ya fallecido jefe Dan George, que le brindó para la ocasión el líder Tsleil Waututh Reuben George.
La mayoría de las actividades de Lara eran, sin embargo, de una índole más tranquila. Hernández Barrón lo conoció años antes en una de las muchas asambleas del gobierno Wixárika, y se continuaron viendo, tanto en asambleas de su comunidad de Ocota de la Sierra como en otras comunidades alrededor de los extensos territorios huicholes.
Ellos empezaron trabajando juntos temas de derechos humanos –particularmente de derechos indígenas y educación–, y comenzaron a desarrollar una intensa amistad, dijo Hernández Barrón. Su primer proyecto fue una serie de visitas a unidades habitacionales en escuelas de la región, adaptadas para que estudiantes que viajaban desde comunidades alejadas tuvieran un lugar donde quedarse. Lara estaba recaudando fondos de agencias estatales para equipar y expandir el precario sistema habitacional, que más tarde, con la ayuda de Hernández, pudo procurar. Lara también trabajó con las agencias gubernamentales para revisar que el programa educativo de las escuelas de la región estuviera en armonía con la cosmovisión wixárika.
El proyecto más importante que logró con Hernández Barrón, sin embargo, fue una serie de visitas a las principales zonas sagradas wixárikas, empezando por la costa pacífico de Haramara. En esos viajes atestiguaron el destructivo desarrollismo en la zona y los altos costos de transporte que los viajeros Wixárikas tenían que sufrir para llevar ofrendas a sus deidades.
Este era el lugar donde, de acuerdo con la historia de creación Wixárika, “los primeros hombres” salieron del mar, tocaron la tierra y empezaron su largo viaje a Wirikuta, donde nace el sol, el polo más occidental del universo wixárika.
En cada uno de los puntos cardinales del territorio wixárika la historia era la misma: degradación cultural y ambiental, destrucción de ofrendas, impedimentos de acceso y otros problemas similares. En el proceso de estos viajes, decía Hernández, Lara se volvió su maestro, su guía en las complejidades y misterios de la cultura wixárika.
Juntos prepararon el primer reporte para el gobierno y el público sobre las condiciones del territorio wixárika, que fue la primera de una serie de acciones que pretendieron alertar a la sociedad, influir en las políticas públicas y buscar financiamiento para la protección de los sitios.
“Fue un documento vanguardista”, dijo Hernández. “Nunca se había hecho un pronunciamiento a favor de la protección de los lugares sagrados y en este trabajo la consultoría y voluntad de Don Jesús Lara Chivarra Yuka+ye fue fundamental.”
Estos viajes comenzaron en 2010. Seis años más tarde, en la última asamblea donde Hernández vio a su amigo hablar, una vez más, de la urgencia de proteger los sitios sagrados, los dos hicieron un plan: realizar el mismo viaje, punto por punto, para evaluar el estatus actual del territorio wixárika. Hernández se ha comprometido a hacer por su cuenta ese viaje y reproducir el reporte en honor de Yuka+ye.
Durante ese año, cuando las compañías mineras empezaron a amenazar la región de Wirikuta, Lara fue uno de los principales líderes wixárikas. Apareció en foros públicos y viajó alrededor del país y más allá para pedir apoyo a favor de la causa.
“En este proyecto Don Jesús Lara Chivarra fue un guerrero incansable”, dijo Hernández Barrón, quien acompañó a su amigo en diversos foros. “Con su firme voz y claridad de ideas, él fue un factor fundamental para ayudar a las personas a entender la dimensión de lo que Wirikuta significaba para el pueblo Wixárika.”
En efecto, como a Lara le gustaba decir, el desierto semiárido de Wirikuta para la cultura wixárika es el equivalente de la Basílica de Guadalupe. Y así como la población mexicana nunca consideraría posible el saqueo del máximo altar de la madre de Dios, no deberían de tolerar la destrucción del lugar de nacimiento de las deidades, el lugar donde los ancestros residían, y desde donde su gente viajó, y viaja, en sus peregrinaciones anuales a dejar sus ofrendas y recolectar el sagrado hikuri –o peyote–, que según la tradición permite conectarse con esas entidades para recibir orientación en sus vidas.
Gracias a los esfuerzos del Frente en Defensa de Wirikuta y otros grupos de la sociedad civil, de los que Jesús Lara formaba parte, un masivo movimiento internacional se formó para apoyar la causa wixárika, y un equipo legal fue capaz de alcanzar una suspensión judicial del proyecto minero –aunque el proyecto sigue en litigio.
Yuka+ye, el artista
Siguiendo la tradición de sus ancestros, Yuka+ye recurría a sus sueños para encontrar orientación. A través de ellos, su escritura y su arte internos encontraban el camino al exterior. “Le gustaba inventar todo tipo de cosas”, dijo su hija Saria Wiwiema. “Mi papá era escritor, mi papá soñaba y plasmaba lo que soñaba en su escritura y en sus dibujos.”
El trabajo de Jesús Lara a favor de Wirikuta lo llevaría a tener muchas amistades en muchos lugares. Entre ellos, destaca la amistad de Paola Stefani, una antropóloga, escritora y cineasta que coordinó las comunicaciones del Frente en Defensa de Wirikuta por un tiempo y que luego se convirtió en la productora del documental de Hernán Vílchez, Huicholes: los Últimos Guardianes del Peyote. Lara Chivarra apareció brevemente en la película. Desde entonces, se presentó con más frecuencia en la amplia casa de Stefani en la colonia Roma, pues durante la campaña se volvió un punto de desembarque para muchos de los líderes wixárikas y activistas.
Lara se quedó con Stefani y su hijo Iván por un mes, para trabajar en la campaña publicitaria, y los dos se convirtieron rápidamente en grandes amigos. Iván le prestaba a Lara su paleta y sus brochas y él empezaba a pintar escenas de sus amadas tierras santas. Pronto, como respiro de las actividades que demandaban sus luchas políticas, él y Stefani se sentaban a pintar juntos.
En efecto, Lara llevaba años pintando; una de las primeras memorias de Martín Carillo Vázquez, un estudiante de Lara de un pueblo vecino en la sierra, fue un mural de un venado en la escuela primaria a la que asistía. El venado estaba acompañado de un águila y un torre, y un letrero, pintado a mano, con la palabra “Wixárika”. El artista: Jesús Lara Chivarra.
“Él fue el primer compañero wixárika con el que compartí el día a día y fue quien me enseñó sobre la cultura wixárika y la importancia de Wirikuta para su pueblo. Jesús fue mi maestro”, dijo Stefani. “Yo trabajaba en casa por lo que nos pasábamos todo el día juntos haciendo cosas.”
Además de pintar, Lara quería trabajar en su diccionario. Stefani le regaló a su nuevo amigo una laptop, con la que se puso a trabajar. Una buena parte de su libro, decía, fue escrito en su casa de la colonia Roma. Cuando se terminó de grabar el documental de los Huicholes, ella le preguntó a Jesús si quería verlo. “Se lo mostré para que me diera su opinión, que era fundamental para nosotros, ya que él formó parte del proceso, él era mi asesor desde el inicio”, ella escribió. “Estaba muy nerviosa cuando le mostré la película. Al final me felicitó y me dijo que este documental se tenía que conocer en todo el mundo, y que nos acompañaría en la primera función con la prensa, y así lo hizo, lo cual fue un honor para nosotros.”
Como con muchos de los amigos de Lara, los dos tenían planes para el futuro: hacer un viaje a Wirikuta para pintar a pintar paisajes.
“Jesús era mi amigo, y su muerte fue un durísimo golpe en mi vida”, escribió. “No puedo creer que ya no esté con nosotros. Jesús me enseñó que hay que trabajar por lo que uno cree y por lo que el corazón nos dicta. Extraño su palabra y su risa. Jesús era un hombre de gran corazón.”
Yuka+ye, el padre de familia
Lara Chivarra fue padre de 15 hijos con dos diferentes mujeres, según una costumbre Wixárika. “Convivimos juntos, no hubo ningún problema”, recordó Saria con nostalgia. Su pérdida deja un vacío enorme en su familia.
“Pasamos momentos inolvidables, con tantas cosas que compartimos”, dijo. “No sé por qué alguien permitió que cada día nos estuviéramos queriendo más y más y que de repente me lo quiten”.
El regalo más entrañable que le hizo su padre es que siempre llevará el nombre wixárika que le puso en una ceremonia especial en el quinto día de su vida.
“’Wiwiema’, así me puso mi papá, que significa milpa espigando, porque nací en agosto, cuando la milpa espiga. Eso es lo más bonito que me dio.”
Yuka+ye, el educador
Jesús Lara Chivarra estudió pedagogía en la escuela normal de Nayarit y en la Universidad Nacional de Pedagogía, y luego se convirtió en maestro de escuelas primarias y secundarias, trabajo que eventualmente dejó para entrar a la esfera política –aunque, en un sentido amplio, él nunca dejó de ser un educador.
“Lara tenía una gran capacidad como historiador y como lingüista”, dijo César Díaz Galván de la Unidad de Apoyo a las Comunidades Indígenas de la Universidad de Guadalajara. “Siempre tuvo interés en preservar el conocimiento y la identidad de su pueblo, el pueblo wixárika, de ahí que decidiera poner sus conocimientos al alcance de cualquier persona, no solamente de la gente de su pueblo sino también a quienes nos hemos acercado a la comunidad con la intención de apoyar. Logramos por fortuna haber publicado algunos de sus materiales, lo cual queda como un legado para la posteridad, dado que tenía algunos conocimientos muy amplios, no solamente de la cultura en general, sino de la trascendencia que tiene cultura Wixárika para todo el mundo.”
Su libro, Wixárika Niukieya tsutua mieme, ha servido como guía de muchos; al tiempo de su muerte, estaba trabajando en un nuevo volumen, un trabajo que su hijo Cuahtémoc se ha comprometido a seguir.
Sus inagotables esfuerzos para promover la cultura y atender los derechos y necesidades de su pueblo también lo llevaron a formar diferentes canales de diálogo con diferentes agencias gubernamentales; es más: Díaz le da el crédito de haber puesto las bases para la creación de la Procuraduría de Asuntos Indígenas del Estado de Jalisco.
A pesar de los viajes por el extranjero, nunca interrumpió la promoción cultural en su propia comunidad y en todos los territorios wixárikas.
“Él se preocupaba mucho porque las nuevas generaciones no conocían y estaban perdiendo las prácticas de sus usos y costumbres ancestrales”, decía Hernández Barrón. Por ello, entre otros, uno de sus principales proyectos fue promover la educación cultural en el sistema escolar wixárika, para que niños y jóvenes crecieran conociendo sus tradiciones.
La colaboración de Lara con Hernández jugó un papel fundamental en la que quizá fue su iniciativa más poderosa e innovadora del pueblo wixárika a la fecha. En uno de sus innumerables viajes juntos, alrededor de una fogata en una ceremonia de vigilia nocturna en Wirikuta, el Proyecto Niuweme nació. El objetivo del proyecto era entrenar a un grupo de jóvenes Wixárikas para ser abogados y defensores de los derechos humanos de su gente. Hernández emprendió y dirigió el proyecto, con ayuda del Centro Educativo Nueva Cultura Social (CENCUS); comenzó con una clase 40 jóvenes (30 hombres y 10 mujeres), incluyendo a Saria Wiwiema. Él se convirtió, así, en el profesor de la cultura Wixárika.
Ahora en el quinto año del proyecto, se estará graduando el último grupo de estudiantes, cosa que no hubiera sido posible sin la presencia de Lara, su guía cultural.
“Fue un proyecto muy ambicioso, y tenemos que terminar sin la presencia de Yuka+ye”, dijo Hernández, “pero tendremos siempre su acompañamiento espiritual.”
Sofía Mijares, conocida como su nombre wixárika, como Aukwe o Flor, fue parte de la primera generación –y entró posteriormente a estudiar comunicaciones en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Ella recuerda que la primera vez que conoció a Yuka+ye fue cuando estaba investigando sobre los lugares sagrados. “Yo siempre pensé que Jesús era un mestizo, no sé por qué, quizás su cara no es muy común entre los wixárikas, pero un día, cuando yo estaba triste, él me dio unas palabras de aliento y me habló en Wixárika; eso fue muy sorprendente para mí”, escribió. “Siempre me aconsejó como si fuera mi papá o mi abuelo; él nunca pensaba que era más que nadie, siempre era más amigo, más hermano, más compañero, compartía su conocimiento.”
Martín Carrillo Vázquez, otro estudiante del Proyecto Niuweme, terminó la escuela preparatoria sin prospectos de seguir con sus estudios, resignado a una vida como agricultor Wixárika, cuando recibió la invitación para aplicar por una beca. “Estaban buscando a personas que estuvieran comprometidas con sus comunidades”, recuerda. Él contactó a Lara, que lo ayudó a obtener la beca; ahora él se encuentra en su último año de leyes –y se siente más en sintonía con sus tradiciones ancestrales como nunca.
“Yo creo que sembró algo en mí y en algunos estudiantes sobre las enseñanzas culturales del pueblo Wixárika”, dijo. “Fue ahí donde empecé a reflexionar más profundamente en lo que soy –de dónde venimos, qué podemos hacer y hacia dónde vamos. Eso es lo que aprendí de él… Me enamoré de mi cultura. Gracias a él me identifico como Wixárika y voy a seguir haciéndolo, promocionando y blindando mi cultura como él.”
Yuka+ye, el embajador cultural
Los viajes de Lara Chivarra lo llevaron de Guatemala a Lillooet, un importante sitio de los pueblos originarias del norte en las montañas de British Colombia. Ahí se encontraba con los líderes indígenas cada vez que iba como embajador de la Iglesia Nativo Americana.
“De su estilo de vida uno podría concluir qué tipo de persona era”, dijo Sid Mills, presidente de la Iglesia Nativo Americana en Washington y amigo de muchos años de Lara. “Él era un hombre elocuente, una persona apasionada por su cultura.”
Mills, que estuvo involucrado en las actividades de Vancouver en 2011 y que ayudó a organizar las acciones correspondientes en frente de la embajada canadiense de Seattle, recuerda que Lara trabajó duro con sus colegas en el norte para “desarrollar una plataforma de solidaridad de norte a sur y despertar la conciencia cultural de nuestras costumbres indígenas”.
“Estaremos hablando de Jesús todavía por algunos años, incluso por generaciones. Él estará en los corazones y la mente de nuestra gente. Él será recordado de esa manera. Su legado será recordado por siempre por las personas de su pueblo. Como en México, Lara tocó la vida de muchas personas en el norte”, dijo Mills.
En palabras de su obituario, publicado en el sitio del Consejo Regional Wixárika:
Yuka+ye nació un 12 de junio de 1961. Activista, maestro, escritor, pensador y sabio. Noble, sencillo y humilde. Líder indiscutible, de firmes convicciones y guerrero incansable. Cada día impulsó la lucha con sus palabras, respondió ante cada una de las diligencias que se le encomendaron, acompañó y siguió cada paso de la defensa de la cultura Wixárika.
Padre de familia responsable, cuidó y alentó a los suyos con su voz comprensiva, un hombre de hierro ante las adversidades. No se detuvo, siempre buscó una puerta que lo llevara a donde quería llegar, a lo que quería encontrar.
Yuka+ye Jesús Lara Chivarra: “Un hombre sabio”. Así te recordaremos.
Este texto se publicó originalmente en El Daily Post y Horizontal.
Traducción del inglés: Jorge Cano.
Tracy L. Barnett es escritora independiente y reside en Guadalajara. Ella viajaba extensamente con Jesús Lara Chivarra como su traductor y amiga –y siempre lo va a extrañar.