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Medicina Wixárika bajo asedio
Guardando lo sagrado en el sagrado desierto de Wirikuta
By Tracy L. Barnett Posted in Medio ambiente, Mexico, Pueblos Indígenas, Wixárika on 23 agosto, 2018 0 Comments
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NO QUEREMOS QUE CONTAMINEN LOS LUGARES SAGRADOS; QUEREMOS DEJAR ALGO HERMOSO PARA NUESTRAS FAMILIAS Y QUE APRENDAN A MANTENER LA PRÁCTICA. ES NUESTRA TAREA LA QUE CORRESPONDE A TODAS LAS COMUNIDADES DE NAYARIT, DURANGO, JALISCO. VAMOS A CRIAR Y SEMBRAR ESA SEMILLA SAGRADA, Y DEJAR QUE NUESTRO PLANETA NO TERMINE, PARA QUE TODO LO QUE ES BELLO PERMANEZCA. PAMPARIUS. —MARA’AKAME JOSÉ LUIS RAMÍREZ “URRAUMIRE”

 An English version of this article is available here

Este artículo es el segundo en una serie sobre la medicina tradicional del pueblo Wixárika o Huichol de México Occidental. La primera parte es Sanando el planeta, sanando ellos mismos: La medicina wixárika trasciende lo personal.

Cuando un anciano Wixárika habla de su cultura, comienza por el principio del tiempo. Te lleva en un viaje a las cinco direcciones: los cinco lugares sagrados cardinales a los que su gente ha viajado año tras año, cruzando las vastas extensiones de México desde el desierto hasta el mar, desde tiempos inmemoriales, dejando sus ofrendas, reuniendo las aguas sagradas y la sabiduría que necesitan para vivir sus vidas. Cada paso en estos viajes, cada parada junto a un manantial sagrado para dejar sus ofrendas y oraciones, renueva las esencias de la vida y la relación recíproca entre la humanidad y el mundo más allá de lo humano.

Indagas un poquito y verás que cada uno de esos cinco sitios cardinales y muchos más sitios sagrados ahora enfrentan múltiples amenazas debido a las incursiones de corporaciones mineras transnacionales, represas hidroeléctricas, comercialización, narcotráfico y conflictos dentro de las mismas comunidades.

Para agravar la situación, es preocupante la evidencia de que la medicina más icónica al corazón de la cosmogonía Wixárika, Lophophora williamsii —peyote, o en su idioma, Hikuri — está desapareciendo rápidamente. El cactus ha enfrentado presiones sin precedentes en los últimos años, lo que lleva a un investigador a predecir su posible extinción en la naturaleza en 10 a 20 años si las tendencias actuales continúan.

Una pequeña mano alcanza un gran peyote de la pila de cosecha mientras las mujeres limpian los cactus en preparación para la gran ceremonia. Se anima a los niños wixaritari a consumir el cactus psicoactivo tan pronto como se sientan listos. (Tracy L. Barnett)

“Creo que es realmente importante tratar de comprender lo desgarrador que es para muchos de los ancianos … A menudo no dicen esto en público, pero existe una sensación de preocupación por lo que está sucediendo y lo que podría significar”, dijo Diana Negrín, originaria de Guadalajara, investigadora de la Universidad de San Francisco en California y presidenta de la junta directiva del Centro de Investigación Wixárika.

“Aunque esta es una planta importante para tanta gente, para el pueblo Wixárika su desaparición es más que trágica”, dijo Negrín. “Significa el final de toda esta red de vida y prácticas”.

Amenazas a gran escala

La historia de la creación del Pueblo Wixárika comienza con los primeros humanos que aterrizan en la Costa Pacífica de México en un lugar que se llama Haramara, un sitio sagrado donde el gobierno mexicano cedió tierras en los últimos años a empresarios para un complejo de turismo masivo. Los wixaritari[1]creen que este proyecto ha alterado el ciclo hidrológico de la región y está secando los manantiales conectados a la cuenca. La pérdida de su fuente de agua ha obligado a las comunidades indígenas de la zona a recurrir a ríos contaminados cercanos para satisfacer sus necesidades hídricas, según ha afirmado el Consejo Regional Wixárika en una denuncia formal emitida en febrero de este año contra el gobierno y los promotores inmobiliarios, causando enfermedad y eventuales muertes de al menos 15 miembros de la comunidad indígena, incluidos niños.

Los peregrinos wixaritari de hoy siguen los pasos de sus antepasados ​​en los senderos que conectan Haramara en el oeste con Wirikuta en el este, el desierto sagrado donde nació su sol, y donde van a recolectar su medicina y buscar orientación y sabiduría para sus vidas. Ese desierto está bajo amenazas múltiples de compañías mineras transnacionales, agricultura industrial, traficantes de peyote y ahora un proyecto de presa hidroeléctrica. Una gran parte del área natural protegida de Wirikuta ha sido concesionada a empresas mineras transnacionales y mexicanas por el gobierno federal, abriendo el camino a una profanación impensable para el Pueblo Wixárika. Una masiva movilización de los wixaritari y la sociedad civil, junto con una serie de amparos judiciales, han mantenido esas minas en suspenso, pero esos amparos se encuentran en proceso y es una posibilidad que pronto podrían ser anulados.

Cada uno de los cinco puntos cardinales tiene su propio sitio amenazado: Xapawiyemeta, la Isla de los Alacranes en el Lago de Chapala, un lago fuertemente impactado cuya agua se canaliza hacia Guadalajara para el uso de esa ciudad. La isla se ha comercializado para el turismo, con puestos de tacos y cervezas a la orilla del xiriki,una casa para los dioses donde los peregrinos vienen a dejar sus ofrendas. Al norte, Hauxa Manaka, Cerro Gordo en Durango está plagado de narcotraficantes, como es el mismo territorio wixárika y el Centro sagrado.

Los participantes en la histórica peregrinación masiva al Cerro El Quemado de Wirikuta en febrero de 2012, se dirigen al xiriki, o casa de los dioses, en la cima del Cerro Quemado; un mar de nubes cubre el desierto de abajo hasta donde alcanza la vista. (Foto de Tracy L. Barnett)

Más allá de los cinco cardinales sitios sagrados, el paisaje mexicano está salpicado literalmente con miles de otros, muchos de los cuales están actualmente bajo amenaza.

“Ese es otro elemento que es tan difícil de negociar, porque la territorialidad Wixárika sacraliza nuestra Tierra en tantos lugares diferentes”, dijo Negrín. “Y cuando ves proyectos de desarrollo simultáneos en diferentes territorios, se convierte en un gran desafío”.

Para que los wixaritari sigan su camino religioso y lleven una vida exitosa y contenta, están obligados a viajar a cada uno de estos sitios cardinales personalmente, al menos una vez, y dependiendo de su cargo asignado, tal vez muchas veces. No cumplir con esto puede resultar en un castigo de terrible desgracia.

“Se escuchan tantas historias sobre las implicaciones de no cumplir”, dijo Negrín. “Con implicaciones personales e implicaciones colectivas y de hecho las implicaciones globales … cuando la gente comienza a conectarlo con el cambio climático, con lo que le está sucediendo a Wirikuta, con lo que está sucediendo con el peyote — es emblemático de lo que le estamos haciendo a nuestra Tierra en general.”

¿Medicina en vías de extinción?

Negrín participó recientemente en el Congreso Internacional de Plantas Sagradas en las Américas,celebrado en febrero en Ajijic, Jalisco, y la mayor preocupación sobre el tema era evidente. La triste ironía no se perdió en nadie: La creciente apreciación del valor de esta medicina en la curación del herido espíritu humano y la exploración del potencial de la conciencia humana se produce en un momento en que la planta en sí igual que la cultura enfrentan desafíos como nunca antes.

“Creo que a muchos de nosotros que apoyamos el movimiento para Wirikuta nos ha costado mucho querer aceptar que desafortunadamente ha habido un fuerte aumento en la extracción ilegal de peyote”, dijo Negrín. “Parte de esto es simple tráfico; aparentemente hay un mayor consumo de peyote en polvo en España; puedes encontrarlo en el Internet profundo, en Tailandia, así que ha habido un cambio, y es importante entender lo que ese cambio ha significado y el impacto cada vez mayor que está teniendo en el espacio de Wirikuta”.

Los peregrinos de La Laguna, San Andrés Cohamiata, regresaron con suficiente peyote para compartir con su grupo de familia extendida durante todo el año. El siguiente paso es preparar los cactus para usarlos en la próxima ceremonia y preservarlos para el próximo año. (Foto de Tracy L. Barnett)

Uno de los presentadores en la conferencia fue el agroecólogo Pedro Nájera, quien realizó un estudio de cuatro a cinco años para monitorear 70 diferentes transectos de muestreo dentro del área protegida de Wirikuta y otros sitios en el Desierto de Chihuahua, y rastreó una alarmante caída en el número de los cactus. Cincuenta de los 70 sitios fueron impactados severamente, con una reducción del 40 por ciento en el número de cactus contados. Veinte de los sitios, la mayoría de los cuales se encontraban en las áreas de cosecha extremadamente remotas asociadas con los sitios ceremoniales de los wixaritari, mostraron un ligero crecimiento en las especies. Nájera estimó que si las tendencias actuales continúan, la especie podría extinguirse dentro de 10 a 15 años.

Nájera, un nativo del estado de San Luis Potosí que ha realizado múltiples estudios de plantas del desierto para agencias estatales y federales, comenzó a monitorear el cactus alucinógeno por propia iniciativa hace unos siete años cuando empezó a notar serios impactos en la especie. Entrevistado recientemente, compartió su perspectiva de que el declive en la especie se deriva de “la visión antropocentrista que tenemos hacia las cosas, desde ahí parte el problema, pues la vemos en función de lo que nos beneficia, nos agrada o nos hace sentir bien… (estas personas) creen, de alguna muy extraña manera, que se engrandecen el alma mientras guían a la extinción a la especie”.

Entre los conceptos erróneos que identificó que están impulsando esta tendencia: Nadie está reforestando la especie en México, y aunque lo estuvieran, muy pocos saben cómo hacerlo correctamente; la mayoría de las personas que cosechan el peyote creen que cortar solo los botones es suficiente para salvar a la especie; aquellos que dejan ofrendas para la planta dejan artículos que no tienen ningún valor para la especie, solo para humanos (por ejemplo, monedas, velas, plumas, piedras); aumento de la comercialización de la planta; tendencias recientes que han hecho que sea “cool” el ser un “peyotero”.

El cactus es de crecimiento extremadamente lento, dijo Nájera, y tarda 10 años en alcanzar la madurez reproductiva. Contrariamente a la creencia popular, cortar el cuerpo fructífero más grande en un racimo de cactus lo hace incapaz de reproducción sexual; la clonación aún es posible, pero la planta se vuelve más vulnerable a los depredadores y las heladas, dijo, y documentó varias instancias de tal daño a los cactus cosechados tradicionalmente.

Otros no intentan preservar la raíz, simplemente arrancan toda la planta. En un momento dado, vio una gran familia de peyotes calculada para tener 100 años. El año siguiente ya no estaba; solo quedaba un gran cráter.

Este grupo de cactus, encontrado por el investigador Pedro Nájera durante el curso de su estudio, se estimó a tener unos 100 años. Al año siguiente, cuando fue a verificar su progreso, la planta había desaparecido. (Foto de Pedro Nájera)
Voluntario siembra las plantas abandonadas del peyote. (Foto de Pedro Nájera)

Legalización, aumento de popularidad y el papel de la Iglesia Nativa Americana

Aukwe Sofía García, una joven líder Wixárika que funge como portavoz del Consejo Regional Wixárika, está profundamente preocupada por el declive de la especie y atribuye el aumento en la extracción a personas que no tienen una conexión cultural a la planta. Para esas personas, pueden recurrir a otros tipos de medicinas, dijo; pero para su pueblo, el peyote es su única conexión con lo Divino.

“Hay quienes dicen que se debería de legalizar. Pero yo pienso que no, porque para nosotros es una deidad, y eso totalmente se tiene que respetar como cultura milenaria, porque no va a ser igual de sagrado para otros como para nosotros. Para nosotros esa deidad es Kauyumari, el Venado Azul,” explicó. “Para mi familia, y para mí, está situación es una noticia no fácil de digerir. Nos preocupa principalmente y sobre todo para la preservación de la cultura, porque es un canal para la comunicación con las deidades, y sentir que se extinga el Hikuri, que perdamos esta cultura por esta extinción y que generaciones futuras no puedan realizar la cultura como es, más allá de otras problemáticas — esta es la principal preocupación. Porque para eso se va a Wirikuta, para comunicarse con las Deidades, entonces si eso no existe ¿Cómo nos vamos a comunicar con ellas? Aunque se hagan cantos no vamos a tener esa visión de lo sagrado”.

Alarmada ante la posibilidad de la extinción, García toma una línea dura. “Todas las personas que son ajenas a nuestra cultura son traficantes, porque no están en un marco legal extraer el Hikuri o llevárselo a otras partes. Esas personas pueden ser narcotraficantes, tipis, o gente normal que quiere encontrarse espiritualmente con la planta con Dios, pero eso es ser traficante porque no está en la ley. Quien lo busca para vender o lo busca para su interés espiritual, ambas cosas nos afectan en diferente escala como cultura porque no se está respetando por la cantidad que hay”.

Armando Loizaga, de Nierika A.C., un centro para el estudio y la preservación de plantas sagradas tradicionales, fue otro presentador en la Conferencia de Plantas Sagradas. Loizaga dejó en claro que los Wixaritari están lejos de ser el único grupo que considera el peyote como una medicina sagrada. Líder de la Iglesia Nativa Americana en México y estrechamente vinculado con la Iglesia en los Estados Unidos y Canadá, Loizaga también es un psicólogo licenciado y un gran defensor de la legalización de la planta para sus usos terapéuticos.

“El Peyote salva vidas”, dijo, calificándolo del “medicamento para la herida neocolonial”.

Armando Loizaga, izquierda, y Sandor Iron Rope en el Cerro El Quemado, participantes en la oración para salvar a Wirikuta de la amenaza minera transnacional. (Foto de Tracy L. Barnett, Febrero 2012)

“Se puede ver cómo ha restaurado a muchos pueblos indígenas abrazando su cultura”, dijo. “El peyote es una especie de elemento transversal; no importa de qué tribu eres, la llevas a través de la Iglesia Nativo Americano y te vuelves más Lakota, más Diné, más Kiowa, más Cree. Entonces, es una medicina muy importante para el futuro de los nativos americanos, pero no solo eso; es buena para la humanidad.

“Porque cuando lo miras, es bueno atender la herida de los indígenas, pero también es importante enderezar la psique de los blancos. Y los blancos también sufren, y también somos parte de esa Rueda de Medicina y esa única raza. Por lo tanto, es importante que encontremos las formas en que el peyote se vuelva sostenible para el uso cultural y medicinal; que se regule, donde nadie pueda usarlo, sólo ciertos grupos con ciertos permisos, usos y observancias”.

Reconoció la importancia del trabajo de Nájera, pero lo llamó “un poco alarmista”, dado que la planta todavía es relativamente abundante y que no hay otros estudios recientes que exploran el asunto. Actualmente, Nierika es socio, junto con la Iglesia Nativo Americano y la River Styx Foundation, en la Iniciativa Indígena de Conservación del Peyote, que ha comprado 605 acres de hábitat de peyote en el sur de Texas y está trabajando para reforestarlo. El proyecto también busca trabajar con los líderes wixaritari para establecer un proyecto de monitoreo sistemático y un plan de gestión de conservación para el recurso en el área de Wirikuta.

En la conferencia y también en un artículo de febrero en la revista internacional Xerophilia, Nájera presentó una tabla basada en datos de 1976 del biólogo Richard Evans Schultes, considerado el padre de la etnobotánica. Los datos mostraron que los miembros de la Iglesia Nativo Americano son los mayores consumidores tradicionales de peyote, tanto en términos de número de ceremonias (semanales en EE. UU. Y Canadá, mensualmente en México) como en términos de las cantidades consumidas. Las comunidades Wixárika tradicionalmente consumen la medicina en una ceremonia anual después de la peregrinación de primavera, pero los investigadores dicen que eso también está cambiando, en parte debido al creciente interés de las personas no indígenas en asistir las ceremonias wixaritaris.

Loizaga calificó los datos como erróneos, diciendo que la gran mayoría del consumo de la Iglesia Nativo Americano está en los Estados Unidos y Canadá y proviene de granjas de peyote controladas por concesionarios autorizados en el sur de Texas. La Iglesia Nativo Americano de México cosecha su medicina en México, dijo, pero tiene una membresía e impacto mucho menor.

Él también está preocupado por el reciente aumento en la extracción y lo atribuyó a los traficantes para el mercado internacional.

Plantas de peyote dejadas por los traficantes. (Foto de Pedro Nájera)

“La preocupación es real, pero no es la Iglesia Nativo Americano, y ni siquiera son personas las que lo usan en un tipi”, dijo. “Es una pandilla de personas que está sobreexplotando, y aplican algún tipo de producto químico para producir una separación del producto vegetal y extraen la totalidad de los más de 80 alcaloides en este fino polvo dorado. Y lo venden como mescalina, y no es mescalina, solo se extrae del peyote. Y esa industria necesita ser detenida … así que tal vez haga un poco de trabajo de inteligencia y vaya a buscarlos. No puedes simplemente salir y estar cortando cabezas y decir que todos los que no son Wixárika y usan el peyote están infringiendo la ley. Sin embargo, hay un tipo de mafia de crimen organizado donde están extrayendo toneladas de peyote, y trabajando en laboratorios en San Luis Potosí, entonces vamos a buscar a estas personas, porque ahí es donde realmente está ocurriendo la extracción.

“Pero creo que un modelo criminalista prohibicionista de enjuiciar a los usuarios de peyote como traficantes de una sustancia Clase 1 equivalente a la cocaína y la metanfetamina y la heroína en este país es absurdo, de cualquier forma que quieras verlo – éticamente, desde una perspectiva legal, ¿meter a alguien en la cárcel por comer una medicina que es una medicina para las indígenas pero no para los blancos? Ya pues. Estamos viviendo en el siglo XXI, y desde una perspectiva de derechos humanos, tenemos derecho a perseguir nuestra espiritualidad y nuestra comunión con las plantas o con las diferentes oportunidades culturales que están disponibles para nosotros. Entonces, ¿qué vamos a hacer cuando un Wixárika nos invite a una ceremonia? Entonces es un tiempo complejo. Pero creo que es una medicina para la gente, y creo que la sostenibilidad es la clave”.

Sandor Iron Rope, Lakota y ex presidente de la Iglesia Nativo Americano y actualmente presidente del grupo de Dakota del Sur, fue enfático al rechazar la idea de que los miembros de la Iglesia estén bajando y saqueando la población de peyote en Wirikuta.

“No hay una forma real de hacer eso”, dijo. “No es legal transportarlo (al otro lado de la frontera); siempre hay un mercado negro, pero la Iglesia Nativa Americana no aprueba esas prácticas, no somos parte de eso”.

Iron Rope también asistió a la conferencia de las Plantas Sagradas y quedó sorprendido por los ataques directos contra él y otros representantes de la Iglesia Nativa Americana, en un caso por representantes de compañías mineras, pero en otro caso, por un asistente que lo acusó personalmente de saquear al desierto.

“La idea falsa de que nosotros, del Norte, estamos despojando la medicina, es solo eso, una idea falsa”, dijo. “Es como: OK, la Iglesia Nativo Americano viene a robar tu medicina”.

Más allá de las dificultades logísticas del tráfico de la planta, hay otro factor que impide que los practicantes de la Iglesia obtengan su medicina en el mercado negro: va en contra de su religión.

“Cuando miras la medicina aquí siempre hay una oración involucrada en las comunidades indígenas, así que estamos construyendo sobre esas oraciones”, dijo. “La gente Wixárika vino a la Iglesia Nativo Americano en 2011 para buscar nuestro apoyo para la preservación del sitio sagrado de Wirikuta, y hemos continuado ampliando esa oración. Si no hay oración, entonces es prácticamente una herejía”.

Efren Bautista, entonces gobernador de la comunidad Wixárika de San Andrés Cohamiata, bendice a Earl Arkinson, presidente de la Iglesia Nativo Americano, después de una noche de ceremonia en Mirando City, Texas, entre los miembros de la iglesia y la delegación Wixárika en febrero de 2011. (Foto de Tracy L. Barnett)

Tanto él como Loizaga se preguntaban en voz alta si había una fuente oculta de este sentimiento contra la Iglesia Nativa: la minería y otros intereses del desarrollo privado, para quienes una unión indígena a favor de la conservación en el desierto podía ser un impedimento. Independientemente de dónde provenga ese sentimiento, dijo Iron Rope, debe respetarse y abordarse.

“Estas son preocupaciones reales de la generación más joven”, dijo. “Entonces queremos reiterar la correcta cosecha, el manejo de las parcelas y el acceso a las tierras del peyote. Legalmente, este es el patrimonio cultural de su modo de vida, y sin embargo, el hecho de la propiedad privada es a lo que nos enfrentamos. Así que realmente estamos tratando de compartir con el Consejo Regional sobre lo importante que es que sean dueños de un terreno. Pero el objetivo es empoderar a la gente Wixárika a través de la conservación de la medicina para sus generaciones y sentirse seguros de que su cultura, su medicina, su maíz, que todo continuará en las generaciones venideras”.

Amenazas crecientes

Más allá del aumento en las industrias extractivas transnacionales que asedian los territorios y sitios sagrados del Pueblo Wixárika, hay otra industria más grande y amenazadora que permea la región: el suave rojo de las amapolas de opio se está extendiendo en tierras wixárikas por toda la Sierra mientras los carteles crecen en poder e influencia. Las autoridades wixaritaris son impotentes para detenerlo; un año después del asesinato de dos líderes en la lucha para la recuperación de tierras ancestrales, Miguel y Agustín Vázquez, por parte de los sicarios del cártel, los asesinos andan libres, y las autoridades estatales y federales parecen haberse lavado las manos de toda la región.

“He visto su presencia, por supuesto, pero no me meto”, dijo una wixárika de Santa Catarina. “Hay una carretera principal que pasa por allí, y debes tener cuidado … Simplemente están mirando”.

Otro confirmó una presencia preocupante, negándose a hablar más sobre el tema. Pero al día siguiente, envió fotos de amapolas.

Incursiones más mundanas y a la vez más omnipresentes de modernización e incluso el creciente interés de los no nativos bien intencionados en la cultura Wixárika ha tenido un impacto.

Negrín creció inmersa en la cultura Wixárika a través del trabajo de sus padres Yvonne y Juan, y especialmente su padre, quien comenzó a desarrollar una relación íntima con una de las comunidades más remotas e insulares, Santa Catarina o Tuapurie, en la década de 1970, antes de que llegaran las autopistas a la región. Desde entonces, los teléfonos celulares y las antenas parabólicas han llevado la cultura moderna a la Sierra, y los jóvenes obligados a continuar sus estudios en la ciudad a menudo siguen este proceso de alejamiento de su cultura.

Cada vez menos jóvenes están tomando el duro camino de formarse como mara’akame, dijo Negrín y también García, quien estudió leyes y comunicaciones en la universidad jesuita ITESO de Guadalajara antes de regresar a su comunidad de San Andrés Cohamiata para ayudar a mantener la continuidad de su cultura.

Santo de la Cruz, un miembro de la familia Ramírez, aplica el diseño de peyote a sus mejillas antes de la ceremonia de la noche usando uxa, una raíz encontrada en el desierto de Wirikuta, para facilitar la conexión con sus deidades. (Foto de Tracy L. Barnett)

“La falta de interés es como una alucinación — tal vez por la tecnología, la diferente forma de lucir, religión. El wixárika no tenía eso; siempre tenía su propia cultura, sus prácticas tradicionales. Entonces el wixárika al conocer ese nuevo mundo quiere adoptar otro tipo de cultura, vestirse diferente, escuchar música diferente, eso le hace sentir bien porque se ha creado un estereotipo de que eso es lo bueno, y se ha olvidado lo que es nuestra identidad que ha subsistido a través de los años, de la historia, y que ahora mismo nos estamos quitando la cultura. Y es válida la evolución, pero la conservación se vuelve más importante entonces, porque si no, llegaríamos a ser iguales que tantos ya sin cultura, sin una identidad propia.

“Como solución a ese reto es nosotros mismos como cultura y familia, querer compartir esta cultura con nuestros hijos, parientes. Muchas veces las personas que saben no lo comparten fácilmente, aunque sean parientes; entonces es necesario abrirnos a las generaciones jóvenes, que también ellos aprendan de esta ciencia, cultura, tradición, arte, curación, visión, aprender a dominarse para poder lograrlo, así que el primer reto está con nosotros mismos.

“Posterior a eso, enseñarnos a valorarnos como Pueblo Wixárika, a no discriminarnos a nosotros mismos ni al conocimiento que tenemos, a borrar los estereotipos”.

Relacionado a eso, una bendición mixta ha sido el aumento del interés y las visitas de los no nativos, incluso en las comunidades más remotas.

“Es algo complicado porque hay algo muy poderoso sobre la forma en que los Wixaritari se acercan al mundo y nuestra forma de estar en el mundo, y también su forma de acercarse a la curación”, dijo Negrín. “En ese enfoque, uno tiene la gran responsabilidad de sacrificarse y tener una relación recíproca con las personas que nos rodean y con la Tierra.

“Dicho esto, he oído hablar de todos los conflictos internos causados ​​por la práctica del acompañamiento (de los no nativos). Y he escuchado esto no sólo de personas que no son Wixaritari y que han participado en los rituales y consumido el peyote. En su mayor parte, las personas primero tuvieron un encuentro con el peyote y quisieron encontrar una manera de entender la experiencia, que a menudo los trajo a la cultura Wixárika.

“Pero eso ha causado mucha presión sobre los chamanes y sus familias, y muchas veces no lo vemos, porque cuando nos retiramos muchas veces esas presiones persisten”.

Algunos chamanes se han visto obligados a abandonar sus comunidades por atraer extranjeros sin pasar por los canales adecuados, que en algunos casos pueden ser arduos. A otros se les ha multado con dinero por brindar información a un investigador o incluso por tener una ceremonia con gente con la que han estado cerca durante años, dijo Negrín.

En parte, el resentimiento proviene de diferentes filosofías sobre compartir la cultura; en parte es debido a la escasez de recursos básicos sufridos en las comunidades, donde un chamán puede ser visto como que está “vendiendo” a un público extranjero un don que se le ha dado para el cuidado de la comunidad. Y en parte es por el papel fundamental que juegan los mara’akate en sus comunidades, dijo Carlos Chávez.

“En la Sierra critican mucho la comercialización de algunos mara’akate que tienen clientes en México, en Morelia, a donde vayan. Y regresan con dinero. Y entonces trabajan 8 o 10 días con gente allá y luego vienen y ya tienen dinero. Pero luego por ir por dinero ya no atienden los trabajos que hay que hacer en el pueblo. Imagínate el trabajo de un mara’akame cuando le encargan a su comunidad, que no le pase nada malo, que los esté cuidando. Tiene que estar bien atento en eso. No puede ser que se distraigan por ir por dinero. Entonces dicen “no pues tú ya ni eres de aquí, ya no cumples aquí”.

Mara’akame José Ramírez usa su techo y una lámina de plástico negro para deshidratar finas rodajas de peyote para usar en el año que viene. (Foto de Tracy L. Barnett)

“Entonces los que no vivimos la vida comunitaria no podemos ver eso, pero allá que sí lo ven así, que la gente que tiene se le dio la mara’akame, que puede mirar, que sabe soñar, etcétera. Que de pronto no está y no está, y se enfermó la gente y a otro lo picó un alacrán y el otro se cayó a la barranca. ¿Y el encargado, dónde está? Se fue, anda sacando dinero. Y sienten que es un daño al conocimiento mismo el ir y vender los conocimientos, vender ese acercamiento que tienen con lo esencial.”

Loizaga, sin embargo, ve las conexiones interculturales como algo positivo.

“El contacto con los no Huicholes y la Iglesia Nativo Americano no va a hacer daño a la costumbre Wixárika”, sostuvo. “Ellos saben cómo establecer sus relaciones, y bastantes mara’akate se han ido a los tipis y han rezado de esa manera: se trata de un tono conciliatorio y de entender realmente un tipo de empoderamiento intercultural: el hecho de que hay otras culturas indígenas que usan el mismo medicamento, y no tiene que verse de inmediato como una competencia por la medicina, sino como una coalición en nombre de la medicina, de modo que podamos realmente crear este proyecto de conservación que incluirá al pueblo Wixárika y a todos los grupos indígenas y todos los grupos interesados que tienen el derecho legítimo de usar la medicina de manera responsable. Pero a esa noción de cómo la cultura Wixárika podría verse afectada, esa es una cultura bastante a prueba de balas. No creo que tengamos que adoptar una actitud paternalista y protegerlos”.

Para Iron Rope, la respuesta es la unidad a través del respeto mutuo y la oración.

“Siempre se ha tratado del respeto, respetando a las tribus y respetando la medicina, porque esta medicina es para las generaciones venideras. Entonces, ¿cómo podemos unir nuestras mentes para unificarnos en esa iniciativa? El futuro de nuestra medicina, para nuestras generaciones”.

[1]Wixaritari es el plural de wixárika, al igual que mara’akate es el plural de mara’akame.

Tracy L. Barnett

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