TEMICTLA, México – Si alguna vez hubo duda de que Quetzalcóatl vive, esa duda fue disipada en una luminosa, húmeda y brillante semana en el corazón de México.
Aquí en Temictla, un valle sagrado, una pequeña ecoaldea y un centro de retiro espiritual en el borde de Chalmita, un destino de peregrinaje para millones de personas de diversas tradiciones, una extensa familia se reunió bajo la luz de la luna creciente, en Noviembre de 2013. Es una familia de muchas naciones y muchas tradiciones, una familia cuyos miembros multitudinarios se han dedicado en cuerpo y alma a la supervivencia de la humanidad y de la vida en la Tierra.
Casi todas de esas cerca de 500 personas presentes – gente representando docenas de diferentes naciones, tribus, tradiciones y pueblos – habrían coincidido en que el ingrediente principal para sobrevivir en los difíciles tiempos que nos esperan en los próximos años es extremadamente complejo y al mismo tiempo profundamente simple. Todo se resume en una palabra: amor.
El 13avo Consejo de Visiones – Guardianes de la Tierra puede haber adquirido un título grandioso bajo los estándares de observadores del Primer Mundo. El nombre de su treceava reunión en 20 años – El Llamado del Quetzalcóatl, Llamado de la divina serpiente emplumada que conecta al mundo material con el espiritual – fue sumamente profético. Para los que estuvieron presentes, la propuesta fue no sólo realista sino urgentemente necesaria: la propuesta de que, enfrentando a un mundo de destructivo cambio climático, crisis económica, crimen organizado y devastación ambiental, hay una respuesta. La respuesta no se encuentra en el dogma de una religión en particular, o la plataforma de un partido político, o las brillantes propuestas de nuestra tecnocracia reinante. La respuesta está en los corazones de todas y cada una de las personas sobre la faz del planeta, en particular aquellas que están respondiendo a un llamado global a trabajar juntos para nuestra supervivencia planetaria en este desafiante momento, este tiempo de transición hacia una nueva civilización, respetuosa y regenerativa.
Nadie sabía qué esperar, un constante bombardeo de titulares violentos había estado surgiendo de México en los meses previos a la reunión. Un mensaje se envió alrededor del mundo en las semanas antes del evento: “No teman por lo que ven y leen en los medios” escribió Coyote Alberto Ruz, uno de los fundadores del Consejo. “Está sucediendo, pero no sucederá en nuestras reuniones; el miedo mata más que las balas, y las balas no vienen hacia nosotros. Nosotros nos movemos en diferentes planos y dimensiones, ¡y estos son tiempos de amor! ¡¡¡No de miedo!!!”
Las palabras de Coyote crearon un hechizo de protección, así como las de Laura Kuri, otra de las cofundadoras. Este fue un año especial para el grupo, ya que estaba cerrando varios ciclos y comenzando uno nuevo. El Consejo cumplió la mayoría de edad, celebrando con este evento el 21 aniversario de su fundación. Fue el treceavo Consejo, una convocatoria que se ha celebrado en diversos lugares desde México hasta Brazil; y fue el cuarto y último año en Chalmita, el cuarto año desde que el grupo regresó a México después de emprender un peregrinaje de 13 años a través de Latinoamérica en una ecoaldea itinerante llamada la Caravana Arcoiris por la Paz. Después de cuatro años de seguridad en este valle sagrado, sería hora de encontrar un nuevo hogar.
“Hay demasiadas sincronicidades como para perdérselas, para vivir tus sueños y compartir la magia de la serpiente emplumada al vuelo” escribió Laura en otro mensaje. “¿Te lo perderás? Creemos que no.”
Para el tiempo en que el evento concluyó, más de 14 países y una docena de tribus distintas fueron representadas. A pesar de los titulares, el llamado había sido escuchado alrededor del mundo. El trascendente trabajo de la serpiente emplumada – infundiéndole espíritu a lo material, y cimentando al espíritu en la vida real y el trabajo terrestre para el cambio – había comenzado.
El cambio climático fue un tema inevitable de la reunión, dado que el evento comenzó con una severa y atemporal tormenta eléctrica, en plena temporada de sequía. Una banda de danzantes Mexicas (Aztecas) estaban realizando su invocación a las siete direcciones en preparación para las ceremonias de apertura, cuando los cielos se abrieron y Tlaloc, el dios azteca de la lluvia, envió un indiscutible mensaje. Los planes mejor trazados de los humanos tendrán que posponerse ante un poder superior en estos tiempos peligrosos, estos tiempos de cambio. Madre Tierra, Tonantzin, la Madre Fuerza, se saldrá con la suya, y debemos estar conscientes.
He estado en este valle sagrado más de una vez, suficiente para ser acogida por los altos acantilados que rodean este verde valle donde el Consejo se ha reunido los últimos cuatro años, y por el mismo corazón de esta tribu multicolor. Suficiente para saber que a donde quiera que vayan, tengo lecciones qué aprender, trabajo qué hacer y que sobre todo, estoy en casa.
Yo sabía que el ritmo de mis días sería marcado por el ascendente sonido del caracol, la salida y puesta del Padre Sol y la Abuela Luna. Ya llevaba conmigo las canciones y las oraciones que había aprendido de esta gente cuyos hogares están en todas partes, pero sobre todo, cerca de la Tierra. Así que no fue una sorpresa que este aguacero haya sido recibido como una enseñanza: nuestra lección era fluir con la corriente.
El domingo amaneció húmedo y luminoso con un Saludo al Sol. Los varios consejos se dedicaron a su trabajo: instalando el campamento, la cocina y los espacios de trabajo, dando talleres, creando redes, compartiendo historias y ultimando un plan de acción para el año próximo. Educación, Salud, Ecología, Arte y Cultura, Comunidad, Tradición, Espiritualidad y Tiempo Nuevo fueron algunos de los Consejos temáticos que se reunieron en el transcurso de la semana.
Los niños y los jóvenes se reunieron en sus propios consejos, como lo han hecho por años, y este año algo nuevo ocurrió: un consejo de Ancianos fue puesto en marcha por un puñado de los miembros mayores del Consejo de Visiones, y ellos crearon un nuevo espacio para ceremonias, conversación y consulta para gente de todas las edades, un tipi con un altar resplandeciente en su corazón fragante a copal. Una pareja incluso selló su vínculo ahí, en una boda dentro del tipi del Consejo de Ancianos.
Lourdes Malvido, un arquitecto de bioconstrucción que construyó una hermosa casa de adobe octagonal de dos pisos cerca de aquí, condujo a los participantes por una caminata de diez minutos para ver la casa y hablar sobre las múltiples técnicas de construcción ecológica y permacultura incorporadas ahí. Varios de los voluntarios que habían prestado mano de obra para su construcción durante el Consejo de Visiones del 2011 estuvieron presentes para maravillarse al verla terminada y gratificantemente habitada.
Varios consejos compartieron un día de talleres, presentaciones y otras actividades en el pueblo cercano de Chalmita. Entonces Laura Kuri, fundadora del Movimiento Biorregional en México y Latinoamérica, dirigió un taller para discutir la importancia especial de esta región, el Bosque de Agua, la exuberante y sumamente diversa selva que recarga los 20 mantos acuíferos que proveen la mayor parte del agua para los 29 millones de habitantes de la Ciudad de México. En sesiones de trabajo que incluyeron a activistas veteranos y principiantes invitados de comunidades vecinas, los participantes trabajaron juntos para crear un plan para un sistema de drenaje que no contamine este recurso vital.
El evento culminante de cada día fue presentado por el Consejo de Arte y Cultura, un colectivo libremente afiliado de artistas visuales y escénicos, técnicos e ingenieros que donaron su conocimiento y su arte al servicio de la Pachamama. En los últimos cuatro años de la presencia del Consejo de Visiones en Chalmita, algunos de los más grandes nombres de la escena musical mexicana pisaron el escenario, incluyendo a Rubén Albarrán de Café Tacuba, Roco Pachukote de Maldita Vecindad, así como a Sonidero Mestizo, Lengualerta y Pachamama Crew.
Pero el arte floreció en cada esquina del evento, desde los coloridos anuncios afuera de los baños composteros (“En este sitio sagrado regresamos los regalos de la Madre Tierra”), pasando por los atuendos multicolor de los participantes, los menús internacionalmente inspirados del personal de cocina, hasta las pegajosas letras de las danzas, compuestas por el Consejo de Ecología (“Baile sostenible”). Como Luix Saldaña, músico residente de Malinalco y antiguo coordinador del Consejo de arte y cultura, exhortó a la multitud en el espectáculo de clausura: “Siempre recuerden, tiempo es arte” – un tema que quedó plasmado en la fibra misma de la esencia de este grupo.
También bajo el auspicio del consejo de Arte y Cultura, “Hecho en México”, uno de los filmes más icónicos y reflexivos que se han realizado en los últimos años en el país, filmó una parte del Consejo del 2010 e hizo su premier aquí en el 2011.
Tres filmes totalmente nuevos fueron proyectados en el evento de este año, incluyendo Pachakútec: Tiempo de Cambio, el peregrinaje documentado de Ñaupany Puma, un joven sacerdote del sol de la tradición inca hacia lugares sagrados alrededor del mundo; y Despertar de la Tierra, un tipo distinto de peregrinaje, realizado por el cineasta mexico-canadiense Raúl Álvarez, cuyo viaje por granjas alrededor del mundo fue una búsqueda para entender nuestra relación con la tierra. Ñaupany y Raúl presentaron sus películas y vivieron y trabajaron junto a nosotros durante la duración del Consejo.
Abuelo Suaga Gua Ingativa Neusa, un anciano indígena de la tribu colombiana Muisca dirigió talleres y compartió sabiduría y medicina sagrada, como lo hizo Roberto Perkins del Comcaac y gente del pueblo Seri del estado mexicano de Sonora, y Victoria Anahi Ochoa del pueblo Yaqui.
Alberto Ruz, Holger Hieronomi, Arnold Ricalde y muchos otros que han ayudado a formar una nueva red de ecoaldeas e iniciativas sustentables llamada CASA (Consejo de Asentamientos Sustentables de las Américas) se reunieron durante la semana para establecer un curso para la activación de este nuevo recurso para cambiadores de consciencia locales y globales. Una nueva rama de CASA-Jalisco fue formada con miras a construir redes en la segunda ciudad más grande de México – Guadalajara – y el estado circundante.
Además de los talleres, estaba el asunto de atender el campamento – una responsabilidad de todos, ya que este fue un evento auto-organizado sin fines de lucro. Cada participante fue responsable de tomar turnos de trabajo para cocinar y limpiar y cuidar los baños composteros. Las jornadas laborales comenzaban temprano y terminaban tarde – pero esto es México, donde sólo trabajo sin diversión sería culturalmente inaceptable. Así que desde que el cielo comenzaba a oscurecer, se encendía en un arcoíris de colores proveniente del escenario central, donde la danza, las marionetas, y la música reunían a todos de nuevo, con algunos de los mejores talentos del centro de México y más allá.
La semana transcurrió con el corazón rebozante de color. Para mí, este Consejo incluyó un elemento muy especial, ya que por primera vez, 16 miembros de mi comunidad de origen, Teopantli Kalpulli, la Comunidad del Estandarte Sagrado, asistieron al evento. Nosotros viajamos juntos, nos reunimos durante las comidas y compartimos responsabilidades, aprendiendo más de cada uno y creciendo como equipo. Cuando el evento se acercaba a su final, nuestra líder, la Abuela Esperanza Moran lanzó la propuesta que todos simultáneamente anhelábamos y temíamos: la proposición de que el próximo Consejo de Visiones se llevara a cabo en nuestra comunidad, tal como sucedió hace 20 años, cuando el Kalpulli sólo era unos pocos edificios y un gran sueño. La propuesta será examinada en los próximos meses, y nuestras vidas tomarán forma en consecuencia.
La última mañana amaneció como las otras, pero con un conmovedor matiz en la aurora rosada. Tiempo de desmontar las tiendas, apagar los fuegos y grabar cada nombre, cada rostro en nuestras mentes y corazones mientras regresamos a la vida mundana… pero sólo por un tiempo.
Muy pronto, el llamado del caracol nos reunirá otra vez.
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