Por Tracy L. Barnett y Hernán Vilchez
con producción de José Huamán
En lo alto de los valles andinos, cerca de la montaña sagrada del Wamanlipa, a un largo día de viaje desde Cusco, se encuentran las comunidades del emblemático pueblo Q’ero, los últimos descendientes directos de los Inka. Hatun Q’ero, la más remota de las cinco comunidades Q’ero, no era accesible por carretera hasta el 2017.
Lo accidentado del paisaje y la altitud, de más de 4,400 metros sobre el nivel del mar, fue suficiente para aislar a esta comunidad de la conquista española y la interferencia peruana, lo cual les ha permitido mantener casi intacta su cultura profundamente espiritual. Este aislamiento también ayudó a mantener a raya al Covid, al menos por un tiempo. Pero han sido las propias defensas de la gente, sus plantas medicinales y su relación de reciprocidad con las fuerzas de la naturaleza y entre ellos, lo que los ayudó a recuperarse sin mayores pérdidas.
Esta historia es parte de “Cosmovisión y Pandemia: Respuestas Indígenas a la Actual Crisis Civilizatoria — Episodio 2, El Legado de los Andes,” producida por El Proyecto Esperanza con apoyo del Pulitzer Center on Crisis Reporting y The One Foundation. Vea el documental, lea las otras historias, descargue el PDF y explore la serie transmedia completa AQUÍ.
La noticia llegó a la comunidad vía radio, según cuenta Fortunato Flores Chura, expresidente del pueblo de Challma Chimpana. Al principio, la gente estaba aterrorizada. “Las habladurías han aparecido de todo tipo por los medios de comunicación radiales,” recuerda Fortunato. “En las noticias comentan que las personas mayores de 65 años de edad van a morir, las criaturas también morirán. Los creyentes y lectores de la Biblia están peor: ¡ahora estamos en pleno fin del mundo!”
La gente salía a cuidar sus campos y se encontraban unos con otros y compartían las noticias, y la noticia se extendía como un incendio. “Todos estuvimos asustados, es verdad que existe esa enfermedad,” dice Fortunato. “Pero han ido pasando los meses y se fue perdiendo el miedo. Ahora más bien nosotros tenemos nuestras medicinas en nuestras plantas para vivir previniendo y con esto mismo nos curaremos.”
Los miembros de la comunidad en las ciudades hicieron un éxodo de regreso, y muchos trajeron consigo eucalipto, que se usaba en infusiones y vaporizaciones como descongestionante. Algunos trajeron matico (Piper aduncum L), usado ampliamente en las tierras bajas como refuerzo inmunológico y también para tratar los síntomas del Covid. “Esas plantas son efectivas, y crecen también en las partes bajas de nuestra comunidad,” dijo.
Read this article in English in The Q’ero: The Last Ayllu of the Inka
Fortunato y otros, como el sacerdote andino Pablino Chura, consultaron a “Mama Coca” —una milenaria técnica de adivinación con hojas de coca— y recibieron el mensaje de que el Covid llegaría a su comunidad pero los efectos serían leves.
“Cuando veo en los oráculos, pidiendo a la Pachamama, a los Apus, al Padre Sol, a la Madre Luna, invocando su protección a ellos. Si te agarras con fe a ellos, como en mi caso, te cuidan, te protegen, cuidan también de otras personas”, dice Fortunato.
Ese mensaje resultó ser cierto: muchas personas se infectaron por el virus en las comunidades Q’ero, pero hasta mayo de 2023, múltiples fuentes, incluido Rolando Sonqo, actual presidente de Hatun Q’ero, y Penélope Eicher de la Fundación Heart Walk, que organizó un equipo médico para atender a las comunidades Q´ero de Kiku y Hapu, no habían tenido noticias de muertes.
Uno de los últimos Altomisayoq vivos, o sumo sacerdote de la Nación Q’ero, Don Martín Q’espi Machacca, estuvo en la primera línea de la respuesta en su comunidad de Aynas. “Solo nos defendimos con haywarikuy (ofrendas a la Pachamama), con las ceremonias de despacho. Pusimos nuestras ofrendas a la enfermedad por el camino, para que pasara sin afectar a nuestras comunidades”.
El otro factor clave según Don Martín, como lo conocen en la región, fue su dieta y su forma de vida.
“Para enfrentar al Coronavirus nos apoyamos en nuestra propia comida orgánica, en nuestros propios cultivos como el chuño (papa deshidratada), en nuestras plantas medicinales, en la fuerza de los Apus, la Pachamama, en todo lo que nos da la Madre Naturaleza.
“Por eso en muchos otros lugares ha habido muchas consecuencias, porque su alimentación no es buena… La Pachamama y los Apus son los únicos que pueden solucionar estas dificultades a través de nuestras ofrendas y súplicas para que todas las penas se calmen, y que todo este desequilibrio que tenemos en nuestro planeta llegue a su fin…”
Ahora, sin embargo, los Q’ero enfrentan otra amenaza potencial: la de las empresas mineras que buscan extraer el oro que se esconde bajo sus tierras, y amenazan con crear divisiones en esta única y emblemática nación, declarada Patrimonio de la Humanidad por la nación peruana.
El cineasta cusqueño y productor de Cosmología y Pandemia José Huamán viajó a caballo para llegar a dos de los anexos más remotos de Hatun Q’ero – Challma Chimpana y Qocha Moqo – en enero de 2021, acompañando a los pobladores como lo había hecho muchas veces a lo largo de los años como documentalista y amigo.
Juan Apazo, presidente de la Asociación de Padres de Familia del pueblo, se sentó en el piso de tierra y tejió un paño de lana de alpaca finamente hilada mientras su esposa, Juana Flores, preparaba un té de hierbas al fuego de la leña en el centro del piso. A diferencia de Fortunato, Juan estaba preocupado.
El gobierno no se había comunicado con ellos, dijo, casi un año después de que empezó la pandemia. “No sabemos nosotros como es esta pandemia, no ha llegado aquí pero no sabemos cómo es esa enfermedad. Aquí tenemos enfermedades pequeñas como la diarrea, la gripe ¿así de repente es? ¿Qué forma tendrá esa pandemia? no se… algunos estamos tristes que de repente viene en otras formas, es posible que nos mate.”
Como muchos de sus vecinos, un año después del inicio de la pandemia, su esposa, Juana, se mostró escéptica con la versión del gobierno. No le ve el caso a usar cubrebocas en las tierras altas, socialmente distanciadas por naturaleza de todos menos de un puñado de vecinos.
“Nosotros llegamos a saber (sobre la pandemia) porque vinieron de afuera nuestros paisanos,” dijo. Habló de los miembros de la comunidad que habían regresado de la ciudad, la mayoría de los cuales habían pasado una cuarentena de 10 días en la ciudad más cercana, Paucartambo, antes de regresar, o bien fueron rechazados y obligados a regresar y hacer cuarentena.
“Nosotros pensamos (en nuestras plantas): el weqontoy, Huamanripa, la pupusa, la sallika, el alcohol, solo eso usamos… lo hacemos madurar en cada quebrada, y solo con eso nos curamos”, dijo Juana.
Las plantas medicinales locales consagradas en Hatun Q’ero incluyen sasawi (leucheria daucifolia) y huamanripa (Senecio calvus, que se usa para la tos y la congestión), y pupusa (Werneria poposa) que se usa para calmar la fiebre.
Algunas de las plantas que usan crecen cerca, en su pueblo. Otros crecen más arriba en las laderas que los rodean; otros crecen en las regiones más bajas. Los habitantes de Hatun Q’ero viven en seis aldeas en altitudes desde los 7,000 hasta los 14,000 pies, y aprovechan al máximo el rango de altitudes.
“Esto se hierve y bebemos hirviendo”, dijo. “Depositaremos en un galón o en botellas, maceraremos con alcohol, y eso es lo que tomaremos. Aún en este poblado no nos agarró todavía a nadie. Aún no nos mata a ninguno”, dijo Juana.
Al igual que sus vecinos, está muy consciente de que mantenerse saludable va más allá de las plantas, y es muy consciente de la naturaleza espiritual del bienestar.
“A nuestros Apus también les invocamos en su momento, ¿no? Todo el tiempo. También andamos junto con nuestros animalitos, yo también hago eso, no veo al coronavirus venir aquí”.
La coca es una planta sagrada en los Andes, y aunque ni Juana ni Fortunato la mencionaron entre las plantas medicinales que usan, con frecuencia se metían unas hojas en la boca mientras hablaban, caminaban o trabajaban. La coca se ha cultivado en América del Sur durante aproximadamente 8,000 años y era tan valiosa para los inka como el oro, en parte por su capacidad para impartir resistencia y energía, y en parte por su uso como herramienta de adivinación.
El sacerdote andino Pablino Chura es uno de los que regularmente usa hojas de coca para mirar el futuro. El productor de Cosmovisión y Pandemia, José Huamán, lo visitó en su choza redonda de piedra en lo alto de las montañas, envuelta en nubes, durante su viaje en enero del 2021. La idea era entrevistarlo sobre sus puntos de vista con respecto a la pandemia. Al aparecer, nunca había oído hablar de ella, y colmó a José de preguntas: ¿Qué tipo de enfermedad era, de dónde venía, qué la causaba, cuál era la medicina para ella?
Las respuestas de Huamán, como las de la propia humanidad, no fueron concluyentes.
“Podemos ver en las hojas de coca para saber cómo es”, dijo Pablino amablemente. Se puso en cuclillas en el piso de tierra de su casa y extendió un paño rayado, esparciendo una bolsa llena de hojas de coca sobre el paño.
Examinó las hojas de cerca en silencio. Luego comenzó a señalar una configuración particular.
“Aja…. va a venir a este pueblo, pero leve, mira, eso está diciendo … llegará de forma leve, de a poco. No será́ intenso, fuerte, loco”.
Hizo una pausa, masticando un puñado de hojas y mirando hacia otros tiempos y lugares.
“En las poblaciones grandes, a ver… Está habiendo, sí, aquí está, aquí en estos momentos hay muchos enfermos en los poblados grandes. Aquí en Q’ero no hay aún la enfermedad, está lejos. Aquí aún no llega.”
Ahora comenzó a apilar las hojas en una pila pequeña y ordenada.
“Daremos buenos remedios, lo curaremos así. Las postas de salud no sirven para nada, ¡no saben nada! Aquí, estamos listos.”
Matías Quispe, de 65 años, es uno de los muchos Q’ero que creen que la pandemia es el resultado de la desconexión de la humanidad con la Tierra. Mete la mano en la chuspa tejida a mano que tiene en el regazo y saca un pequeño puñado de hojas de coca, que sopla con reverencia, pronunciando los nombres sagrados: “Apu Wamanlipa. Apu Wayruroni. Apu Wamanlipa pequeño. Apu Ausangate. Invocamos tu protección y tu tutela.”
Las nubes se juntaron alrededor de los picos a su espalda bajo un cielo gris, y él miraba a lo lejos mientras hablaba de un mundo que ha olvidado a su Madre.
“Nosotros pensamos que (ellos) no se acuerdan de la Pachamama, de los apus, para que aparezca esa enfermedad”, dice el abuelo, con una cara preocupada.
No deben deforestar. Por ello hay enfermedades, toda clase de enfermedades. En los bosques viven animales, muchos animales silvestres, los incendios los diezman. Mueren maldiciéndonos, heridos, unos y otros quemados… de ello se reproduce la enfermedad…
Matías Quispe
Abuelo y granjero Q’ero
“Están quemando los cerros, estos seres humanos que no creen. Yo diría hermano, no deben desforestar. Por ello hay enfermedades, toda clase de enfermedades. En los bosques viven animales, muchos animales silvestres, los incendios los diezman. Mueren maldiciéndonos, heridos, unos y otros quemados… de ello se reproduce la enfermedad para las otras especies de animales, también para los humanos”.
Quispe hablaba sobre los incendios en el Amazonas; por ahora, el apocalipsis ambiental descrito por Quispe no ha entrado en territorio Q’ero. Pero los problemas acechan debajo de la superficie, porque las leyes mineras en Perú, como en muchos países, otorgan a los terratenientes derechos de superficie, pero el gobierno controla el subsuelo y todos los derechos mineros que lo acompañan.
Ya se han otorgado varias concesiones mineras, lo cual preocupa al expresidente de la Nación Q’ero, Fredy Flores Machaca, entrevistado por teléfono en marzo de 2023.
“Cuando los mineros empiezan, sacan todos los minerales de las comunidades y las dejan totalmente abandonadas, totalmente desordenadas, un desastre,” dijo Flores. “Entonces eso es muy preocupante”.
Y hay razones para preocuparse. En 2018, cuando Flores era presidente, se habían otorgado unas 16 concesiones; hoy ese número ha crecido, según un análisis de la ONG CooperAcción, que muestra que ahora hay 26 concesiones y títulos que comprenden alrededor del 61% de los territorios de los Q’ero, o 15,800 hectáreas que han sido otorgados o se encuentran en trámites.
Al ver el daño que se hizo en las comunidades vecinas que permitieron la entrada de las empresas mineras, las comunidades de Hatun Q’ero se unieron e idearon una estrategia, dijo Flores.
Hoy en día, observa, entienden su derecho al consentimiento libre, informado y previo para actividades que afectan sus territorios bajo la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, lo que no siempre fue así.
FOTO ALPACA Caption: Las llamas, vicuñas y alpacas juegan un papel importante en la vida ceremonial, cultural y pastoral del pueblo Q’ero, y son un elemento icónico en el paisaje andino.
Don Martín Q’espi, entrevistado en abril de 2023 en el Centro Cultural Hatun Q’eros de Cusco, dice que los seres humanos han confundido el significado del oro al que se refieren las profecías inkas, tal como lo hicieron en la época del imperio inka.
“Muchos creen que el oro referido en la mitología Inka es físico. No, no es así”, cuenta. “No se trata de eso. Es el conocimiento que guardamos en estos lugares; el oro y la plata son la Madre Naturaleza,” explica Q’espi.
“Hoy en día hay bastante mentira, hay bastante engaño. Y la gente ahora piensa más que nada en intereses económicos. ¿Cómo es que, por ejemplo, quieren dañar el Apu Ausangate? ¡Ya hay otros que están siendo aniquilados por la minería! La gente está creciendo con bastante codicia ahora, ¡ya ni a los Apus respetan! Antes sí había bastante respeto. Ahora todo es por la plata. Por eso es que no queremos que a nuestro Ausangate, ni a nuestro territorio, llegue la minería, porque esto cambiaría y desequilibraría nuestra sociedad.”
Asegura que a pesar de las 26 concesiones mineras otorgadas por el gobierno peruano o en trámites, las fuerzas de la naturaleza impedirán que las máquinas y la dinamita destruyan las montañas sagradas que custodian su territorio.
Muchos creen que el oro referido en la mitología Inka es físico. No es así… es el conocimiento que guardamos en estos lugares; el oro y la plata son la Madre Naturaleza
Don Martín Q’espi
Altomisayoq
El actual presidente de Hatún Q’ero, Rolando Sonqo Apaza, coincide con esta visión. Aunque algunas personas en las comunidades ven en la minería una forma de vida válida, líderes como él aún viven siguiendo estrictamente las enseñanzas de los ancestros, entendiendo que dañar las montañas es atacar a su Madre, y a los verdaderos gobernantes de su territorio, los Apus.
“Mientras dirijamos a nuestro pueblo, nunca aceptaremos la minería en nuestra tierra… La Pachamama sabe que eso no es bueno”.
FOTO MONTAÑA Caption: A Hatun Q’ero, la más remota de las cinco comunidades Q’ero, no se podía llegar por carretera hasta 2017.
El antropólogo Regis Andrade, quien ha servido durante 12 años con los Q’ero en el Ministerio de Cultura, dijo que su departamento ha tratado de apoyar a los Q’ero en su defensa territorial pero que finalmente el Ministerio de Energía y Minas es la instancia con la autoridad para otorgar concesiones mineras. Aunque el ministerio está obligado a consultar con los pueblos indígenas antes de emprender actividades mineras, gran parte del territorio Q’ero ha sido parcelado y designado para la minería sin que se produzca esa consulta, como ha sido el caso en comunidades indígenas de todo el continente.
Andrade es parte de una mesa de trabajo que ha sido formada por el gobierno municipal de Paucartambo y el Ministerio de Cultura junto con líderes Q’ero para abordar temas y problemas de las comunidades. Hasta el momento, el tema de la minería no ha surgido en las reuniones del grupo, dijo el antropólogo.
La gente cree que puede ir a dar golpes y extraer oro, pero no, la fuerza de la Naturaleza está ahí, como el viento, las lagunas, los ríos, donde quizás hasta tengas que pagar con tu vida.
Don Martín Q’espi
Altomisayoq
“Prácticamente la nación Q’ero la tienen lotizada para la minería”, dijo Andrade, entrevistado por teléfono en marzo de 2023. “El Ministro de Energía y Minas ya ha lotizado las partes de las mineras. Pero no se le ha consultado realmente a las comunas campesinas y el tema específico de la nación Q’ero. No, (las compañías mineras) dialogan directamente con el Estado. Pero en ese aspecto creo que el Estado no está cumpliendo su rol que le corresponde, el Ministerio de Energía y Minas en este caso”.
Andrade ha contactado personalmente al Ministerio de Energía y Minas para pedir información específica sobre la cantidad de tierra en los territorios que ha sido concesionada para la minería, pero no le han respondido, a pesar de múltiples llamadas; la persona a cargo nunca está disponible, dijo.
Ha observado en sus visitas a las comunidades y en conversaciones con comuneros que algunos están a favor de la minería y otros en contra; “Hay un doble discurso”, asegura. En general, la mayoría se resiste a hablar de ello.
“En la comunidad de Q´ero Grande (Hatun Q’ero) no se está realizando ninguna explotación minera, pero corre el riesgo de que a futuro sí realicen exploración y explotación, hay riesgo de que ejecuten,” sigue Andrade. Le preocupa el potencial conflicto que está fomentando la presencia de las empresas mineras en los territorios.
“Yo siento que la minería está dividiendo las comunidades a nivel de la organización comunal”, dijo Andrade. “Siempre hay divisiones; algunos quieren la minería, hay otros que no la quieren… que dicen que van a contaminar las lagunas, van a contaminar los riachuelos, el agua en sí. En el futuro se puede generar un conflicto por esa división que hay a lo interno de las comunidades.”
Pero el Altomisayoq Don Martín dice que no hay que preocuparse. “La gente cree que puede ir a dar golpes y extraer oro, pero no, la fuerza de la Naturaleza está ahí, como el viento, las lagunas, los ríos, donde quizás hasta tengas que pagar con tu vida. No puedes llegar a estos lugares. La fuerza de Pachacutec, de la paz, la fuerza de los Ñustas siempre está con nosotros”.
Para Fortunato, lo que está en juego es el Sumaq Kawsay en quechua, el Buen Vivir, a la manera andina. Abundancia, plenitud, el Buen Vivir significa poder compartir con el prójimo. Y significa estar en sintonía con la Tierra de la que eres parte.
“Así es en mi pueblo, en mi comunidad. Entonces nuestros antepasados, abuelos, vivían en armonía, sus chacras trabajaban en reciprocidad, Ayni. Si a alguien le faltaba algún recurso, lo compartían; eso es el el sumak kawsay, vivir con dulzura. Osea que dentro del hogar familiar a los hombres que hacen el buen vivir los valoran, los respetan, y es un referente.”
Fortunato da el ejemplo de la minka o minga, un grupo de trabajo colectivo que se mueve de un campo a otro, sembrando, cosechando, desyerbando.
“Si a tu vecino le sobran animales y a ti no, te puede dar un caballo. Incluso se aplica al dinero; si lo tienes, se lo prestas a quien no lo tiene. Si tienes mucha ayuda, compártela con quienes no la tienen. Esa es mi práctica, para mí, el sumak kawsay”.
Ayni debe practicarse tanto con la Pachamama como con la comunidad humana. Esto se hace mediante ofrendas: del k’intu sagrado, o trío de hojas de Mama Coca, fardos de oración u otros artículos ceremoniales en un ritual conocido como un despacho, donde se hacen ofrendas y oraciones a la Pachamama para restablecer el equilibrio.
Pero una de las ofrendas más importantes a la Pachamama es nuestro propio buen vivir, explicó Fortunato, nuestro propio compromiso y práctica de vivir bien y en armonía.
“Vivir con la Pachamama, con los Apus, con nuestros vientos y nieves”, dijo Fortunato. “Para vencer las enfermedades, como yo veo de mi parte, nosotros en mi comunidad de Qero, desde que tenemos vida nuestros abuelos nos inculcan y enseñan a estar en contacto con nuestras divinidades tutelares como son los Apus, la Pachamama, haciendo reciprocidad permanente. Entonces son ellos nuestros defensores de todo los males. Con ellos hacemos el allin kausay, bien vivir.”
La Pachamama quiere que vivimos bien, enfatiza.
Fortunato lamenta la tendencia urbana a usar medicamentos farmacéuticos para todo, incluso con los niños, que cree debilitan las defensas del organismo. “Hoy en día es pastilla para todo. Pero como yo veo, son solo calmantes. No creo que en verdad curen o sanen, esas pastillas. Ahora si me agarra la gripe, ya estaré sano para mañana, y en otro día no cura nada, solo es calmante. Como yo veo, en mi caso yo no uso pastillas, hasta ahora no compro en ningún lugar.”
Matías comparte el escepticismo de Fortunato con respecto a los productos farmacéuticos. “Aquí nosotros no tenemos costumbre de curarnos ni con pastillas ni con inyecciones, solo con nuestras medicinas”, dijo. “Nos defendemos con nuestras plantas medicinales y consumiendo los alimentos que nosotros producimos, no con los que venden en las tiendas – papa, chuño, moraya, maíz, haba… esos alimentos los consumimos. Con el viento y las nieves también nos curaremos”.
También cita la importancia del ayni, en reciprocidad con la Pachamama y en el contexto del trabajo mutuo. “Trabajamos en las chacras con los animales en toda actividad, con todos alegres, juntos, como hermanos, contentos, felices, alegres, riéndonos. Si trabajas solo, trabajas sin hablar, da pena,” dice. “Los animales tampoco están contentos cuando no trabajamos en ayni. En cambio cuando haces ayni con pura risa, trabajas de esa forma una y otra vez – es reciprocidad generosa. Estas prácticas están en riesgo de perderse, poco a poco.”
Según Dionisio Machaca Apaza, miembro de la comunidad de Qocha Moqo, entrevistado en marzo de 2023, nadie en su aldea había sido infectado hasta ese momento.
“El covid no llegó a este pueblo lejano, nada de nada. No existe esa enfermedad en nuestro pueblo y es porque nosotros nos alimentamos de forma natural”, dijo. “Nuestros alimentos no contienen químicos; nuestros alimentos siempre los producimos de forma natural, y también hay toda clase de remedios para estos tipos de enfermedades. Hay una selección de hierbas, todos los productos los obtenemos de la naturaleza. No usamos ningún producto o cosa química; es por ello que no conocemos esta enfermedad. Nosotros somos fuertes seres humanos, duros”.
Don Martín, a quien le cayeron tres rayos como iniciación y señal de su vocación, es uno de unos pocos altomisayoqs, o sacerdotes andinos del más alto nivel que aún viven, y como tal, es capaz de comunicarse con seres de otras dimensiones.
“En este tiempo siempre hablamos de este camino que siempre es circular”, dice. “Esta sabiduría, este conocimiento que nosotros decimos siempre va a regresar a nosotros. Tengo el gran honor de haber conocido este camino y esta sabiduría. Y esta sabiduría retornará, estamos seguros de ello”.
Q’espi invoca el espíritu de todos los que trabajan con la energía de la Pachamama, “la energía verdadera”, como él la llama. “Es la unión entre todos nosotros, la unión entre todos aquellos que creemos en la fuerza de la Pachamama, para crear los cambios suficientes. No solamente está en la mano del Altomisayoq o Pampamisayoq. Está en manos de todos nosotros en lograr este cambio que debe existir en nuestro planeta.”
“Por eso hay que llevar este conocimiento en nuestra cabeza, en nuestro sentir, en nuestro corazón, en nuestras obras. Hay que pedir con la verdad, hay que pedir con toda sinceridad, reutilizar los altares principales que tenemos en nuestra tradición, sólo así podremos ayudar a nuestro mundo. Así tenemos que trabajar para poder cambiar nuestro planeta, y nunca les voy a decir que no se va a poder.”
“Sí, ¡todo es posible!”
Muchas gracias a Elizabeth Jenkins y Fredy Conde Huallpa de la Fundación Wiraqocha por su ayuda, especialmente con la entrevista a Don Martín Q’espi para esta historia y la película que la acompaña.
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