El auditorio del ITESO se llenó la noche del 2 de septiembre con estudiantes, profesores, líderes de la sociedad civil y una delegación internacional de Loyola Marymount University para la inauguración de la nueva Clínica Jurídica de Migración Binacional. Los aplausos estallaron una y otra vez mientras los ponentes subrayaban tanto la urgencia del momento como la esperanza encarnada en esta innovadora iniciativa transfronteriza.
Sentada en la mesa principal frente al público, la cofundadora, inmigrante y originaria de Guadalajara, ahora profesora de Derecho en Loyola, Marissa Montes destacó con una blusa fluida adornada con mariposas monarca — una discreta alusión al símbolo de resiliencia y migración que resonaría a lo largo de la velada.
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En su intervención, el rector del ITESO, Alexander Zatyrka, SJ, enmarcó el proyecto en las crisis migratorias globales y nacionales: “En la última década se ha registrado un aumento drástico en los flujos migratorios en el mundo motivados por múltiples factores como la pobreza, el incremento de los conflictos y de la violencia, de la inestabilidad política y económica, así como por el impacto del cambio climático y de los desastres naturales.”
Señaló que en 2024 más de 83 millones de personas fueron desplazadas en todo el mundo, y casi 9,000 murieron en las rutas migratorias.
“Lo que debería ser un viaje hacia la dignidad se convierte en muchos casos en una travesía de sufrimiento, peligro e incluso muerte,” dijo, subrayando que México ha visto muchos de estos casos. Para quienes logran sobrevivir, el trayecto suele terminar en persecuciones, detenciones y expulsiones en medio de políticas cada vez más xenófobas.
Ante este panorama, explicó, la nueva clínica brindará representación y apoyo a deportados, retornados, solicitantes de asilo y refugiados en el Área Metropolitana de Guadalajara, a la vez que servirá como espacio de formación para estudiantes: “Un lugar en el que encuentren hospitalidad, consuelo y esperanza.”
La clínica tendrá su sede en la Casa ITESO Madero, ubicada en la calle Francisco I. Madero 836, a media cuadra del Templo Expiatorio. En este espacio también funciona el Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia Francisco Suárez. El rector destacó que la elección de este lugar busca no solo facilitar el acceso de las personas migrantes, sino también ofrecer un entorno de hospitalidad en el corazón de la ciudad.
La Clínica Jurídica de Migración Binacional es la primera clínica operada conjuntamente por una escuela de derecho mexicana y una estadounidense. Como enfatizó Brietta Clark, decana de la Facultad de Derecho de Loyola Marymount University: “Estoy increíblemente orgullosa de decir que este es el primer clínico binacional que existe entre una escuela jurídica mexicana y una escuela jurídica estadounidense.”
Clark destacó la relevancia de la alianza: “Loyola University y el ITESO han colaborado por siete años ofreciendo servicios para migrantes, y hoy se formaliza el compromiso.”
Explicó que la misión de la clínica tiene tres dimensiones: brindar apoyo directo a migrantes, deportados y retornados; diseñar políticas que permitan avanzar hacia la creación de un sistema más justo de movilidad humana; y formar generaciones de líderes binacionales comprometidos con la dignidad y los derechos humanos.
“Es un modelo que ya están replicando otras universidades y es muy importante en un momento en que los derechos humanos y la movilidad están bajo ataque,” afirmó Clark.
El simbolismo del momento no pasó desapercibido. De hecho, una representante de Loyola bromeó con que el lanzamiento parecía una boda — la formalización de un largo noviazgo entre dos universidades jesuitas que ya habían colaborado durante años en proyectos de servicio a migrantes.
Para Montes, quien cofundó la clínica de Loyola en Los Ángeles en 2012, el proyecto binacional es profundamente personal. Nacida en Guadalajara, migró de niña con su familia y solo décadas después volvió a la ciudad. Recordó que su propia familia no encontró apoyo de gobiernos ni instituciones cuando cruzaron a Estados Unidos. “Fue la comunidad inmigrante,” dijo, la que les brindó la ayuda necesaria para sobrevivir.
Esa experiencia moldeó su filosofía de “community-based lawyering”. “Lo que hicimos fue trabajar con ellos; la comunidad define las metas.”
Montes compartió con el auditorio lleno: “Aunque yo sea migrante, soy una migrante sumamente privilegiada… no me siento mexicana ni me siento estadounidense, pero eso es porque yo soy parte de esa comunidad y no hay otra comunidad que yo quiero ser parte de.”
Para ella, el objetivo de la clínica es empoderar a los migrantes para que sean líderes — con estudiantes y abogados en roles de acompañamiento.
Varios casos relatados durante el evento ilustraron cómo se traduce este enfoque en la práctica. Montes recordó la historia de una adolescente venezolana de 14 años identificada en Jalisco en tránsito. La clínica trabajó para conseguirle una visa mexicana, evitando la deportación y estabilizando su situación jurídica. Eso abrió la puerta para que estudiantes de Loyola en EE.UU. representaran su caso, logrando su entrada legal y la reunificación con su familia allá.
Otro ejemplo involucró a beneficiarios de DACA — los “Dreamers.” A través del programa Advance Parole, estudiantes de Loyola y del ITESO acompañaron a jóvenes en viajes temporales de regreso a Guadalajara, a menudo la primera vez que volvían. Estos viajes no solo les permitieron reconectarse con su lugar de origen, sino que también “sanearon” su estatus migratorio, allanando el camino hacia la residencia permanente. Montes recordó haber representado a una de estas jóvenes en su entrevista de residencia permanente — rodeada de cuatro de sus exalumnos, ya convertidos en abogados de inmigración.
“Este es el propósito de la educación clínica,” dijo, “formar abogados para otros.”
El lanzamiento fue también la culminación de años de sueños y planeación dentro del ITESO. “El sueño de tener una clínica jurídica en el ITESO data de hace ocho o nueve años,” dijo Adriana González Arias, profesora e investigadora en migración internacional.
Ella y sus colegas comenzaron diseñando cursos sobre migración y asilo, con aliados de la sociedad civil como FM4 Paso Libre y ACNUR. A medida que se multiplicaban los casos — desde retornados sin acceso a actas de nacimiento hasta migrantes enfrentando discriminación en la vivienda — la necesidad de una clínica dedicada se volvió evidente.
Karina Arias, también profesora involucrada en el proyecto, describió el trabajo como ofrecer “un oasis en el trayecto migratorio.” Destacó la importancia de adaptarse constantemente a las necesidades tanto de los migrantes como de las organizaciones: “Es un contexto siempre variante, muchas veces adverso y frustrante, pero también gratificante de saber que estamos poniendo una semilla.”
Más allá de los servicios directos, la clínica está transformando la educación jurídica. El ITESO ha creado su primer curso obligatorio de derecho migratorio para estudiantes de Derecho, y también ha abierto oportunidades para que alumnos de otras áreas — de ciencia política a ingeniería en sistemas — contribuyan. Un proyecto reciente involucró a estudiantes de informática diseñando bases de datos para que los albergues registren a las personas atendidas.
Para los estudiantes de Loyola, la clínica ofrece una inmersión en la defensa transfronteriza, desarrollando habilidades que serán cruciales en un tiempo en el que, como dijo Montes: “Actualmente, VIMAP está tratando de responder a muchos de los cambios que están sucediendo con la ley de inmigración de los Estados Unidos… mientras las políticas estadounidenses se mueven más allá de nuestra frontera física, nosotros como abogados tenemos que hacer lo mismo.”
Al concluir la jornada, Montes reiteró que la clínica no pretende ser única. Ya hay otras universidades en México y Estados Unidos interesadas en replicar el modelo. El objetivo es vincular comunidades a través de sus diásporas: Puebla con Pennsylvania, San Luis Potosí con Chicago, Oaxaca con Nueva York.
O, como ella expresó en el video que cerró la ceremonia: “Como mariposas, cruzamos fronteras.”
Los entusiastas aplausos que siguieron indicaron que muchos en el auditorio — estudiantes, profesores y defensores comunitarios por igual — estaban listos para alzar el vuelo con ella.
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