Para The Guadalajara Reporter
Traducción y redacción de Tracy L. Barnett
Fotos de Jorge Delgado y Tracy L. Barnett
GUADALAJARA, Jalisco, México — José Luis Zambrano Flores ha quitado anillos plásticos de six-pack del cuello de aves marinas. Ha liberado tortugas marinas enredadas en redes de pesca. En mar abierto, el buzo profesional de Tabasco quedó horrorizado al ver bolsas de plástico con peces nadando dentro de ellas, atrapados.
Zambrano no era un ponente programado en el taller de la Green Action Week del domingo en Parque La Calma; ni siquiera conocía a los organizadores. Simplemente había llegado para aprender sobre plásticos y empaques. Pero cuando se levantó para compartir lo que había presenciado bajo las olas – “montañas de plástico, islas flotantes de basura” – la tarde se transformó de un taller programado en algo más crudo y urgente.
Esto es exactamente lo que el Colectivo Ecologista Jalisco diseña sus talleres para lograr: crear espacios donde las experiencias vividas de los ciudadanos chocan con los datos ambientales, donde la frustración se transforma en acción. Durante casi 40 años, el CEJ ha aprendido que los momentos más poderosos en la organización ambiental no están en el guión. Ellos traen el marco – post-its para compartir experiencias, empaques de productos con mensajes para decodificar, una campaña de Instagram para lanzar. Pero son las voces inesperadas del público las que traen la urgencia, convirtiendo las estadísticas abstractas sobre residuos plásticos en algo visceral y personal.
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El taller del domingo, parte de la Green Action Week internacional apoyada por ciudadanos suecos de la Sociedad Sueca para la Conservación de la Naturaleza y replicada en países desde Líbano hasta Bután, atrajo a unos 50 participantes al Tianguis del Recycle semanal. Los facilitadores del CEJ llegaron armados con stickers, marcadores y una pregunta engañosamente simple: “¿De quién son los residuos?”
“Compramos el producto, no el empaque”, explicó el facilitador Saúl, sosteniendo una botella de agua desechable para demostrar los tres tipos diferentes de plástico en un solo contenedor: la botella, la tapa y la etiqueta. “Entonces, ¿por qué la responsabilidad de su disposición recae completamente en nosotros?”

La estructura del taller invitaba a la interrupción. Los participantes examinaron etiquetas de empaques, descubriendo contradicciones como “Conserve el ambiente – deposite este envase vacío en la basura”.
El corazón del taller giró en torno a un ejercicio con post-its diseñado para canalizar la frustración del consumidor en acción colectiva. Se pidió a los participantes que escribieran su producto favorito en un post-it naranja – artículos que genuinamente amaban, desde pasteles Marisa hasta jabón corporal y paletas Santa Clara.
En un post-it amarillo, detallaron lo que odiaban del empaque de ese producto: “Está diseñado para ser desechable”, “cambiaron sus palitos de madera por plástico”, “no se puede reciclar realmente”, “capas excesivas de plástico dentro de plástico”. Los facilitadores luego hicieron que los participantes compartieran estas combinaciones en voz alta, creando momentos de reconocimiento cuando otros se dieron cuenta de que compartían las mismas frustraciones – “¡Sí, cierto!” resonó en el grupo.
Pero la verdadera energía vino de los momentos no programados. Cuando Carmen, participante, se levantó para expresar lo que muchos estaban pensando – “Mi vecino separa toda su basura, pero cuando viene el camión, la mezclan toda. ¿Cuál es el punto?” – las cabezas asintieron en toda la multitud. La frustración era palpable.

La directora del CEJ, Maite Cortés, después de 40 años de pelear esta batalla, compartió la frustración del hablante. “Hemos estado tratando de implementar Responsabilidad Extendida del Productor con la propuesta de Norma Oficial Mexicana de empaque y embalaje desde 1994″, reconoció Cortés. “El lobby del plástico mató nuestra propuesta de norma. Pero sabíamos desde entonces lo que sabemos ahora: el reciclaje solo nunca fue la solución, solo es un proceso de transición”.
Los facilitadores canalizaron la energía del grupo hacia su campaña: “Me encanta tu producto, pero no tu empaque”. El facilitador Erasmo contó sobre llamar a pastelerías Marisa para quejarse de su empaque, alcanzando a una empleada receptiva que prometió pasar las preocupaciones a la gerencia. “No tenían un programa, pero escucharon”, reportó.

Un empleado de cine explicó la presión corporativa que enfrentan los trabajadores: “Incluso cuando los clientes traen sus propios contenedores para palomitas, estamos obligados a usar las cajas desechables. Las cuentan contra nuestro inventario”.
El taller reveló cómo las frustraciones individuales se conectan con fallas sistémicas. La ciudad de Guadalajara gasta millones de pesos mensuales en “puntos limpios” para reciclaje, financiados por los contribuyentes, sin embargo, los camiones rutinariamente mezclan los materiales separados y los llevan a los vertederos desbordados de la ciudad.

Conforme avanzó la tarde, las quejas evolucionaron en estrategia. El CEJ develó un filtro de Instagram que permite a los consumidores fotografiar empaques problemáticos y etiquetar a las empresas directamente. Distribuyeron formularios para elaborar mensajes dirigidos a las corporaciones. José Luis encontró información valiosa para llevar de regreso a Tabasco, planeando replicar el taller con su comunidad costera.
El intercambio intergeneracional resultó particularmente poderoso. Una abuela habló sobre educar a sus hijos y nietos, mientras que los jóvenes facilitadores del CEJ demostraron tácticas de redes sociales para presionar a las empresas.
“En el CEJ decimos ‘De información para la acción, no para la depresión'”, compartió Saúl Muñiz, de 18 años, el hábil joven Gerente de Operaciones del CEJ, el lema de la organización, mientras él, Cortés y el co-facilitador Erasmo Cruz mantenían la discusión alejada de la desesperación y hacia pasos prácticos. Conectaron las frustraciones locales con movimientos globales, explicando cómo las demandas del taller se alinean con las negociaciones en curso del Tratado Global de Plásticos.

El taller terminó con una foto grupal, los participantes sosteniendo carteles que decían “Me encanta tu producto, no tu empaque”. José Luis estaba entre ellos, ya no un extraño sino una voz valorada en el grupo. Carmen intercambió información de contacto con otros recicladores frustrados.
Esta es la evolución del CEJ después de cuatro décadas: de la defensa de arriba hacia abajo a facilitar espacios donde los ciudadanos descubren su poder colectivo. Han aprendido que la organización ambiental más efectiva no solo informa – crea condiciones para que la experiencia comunitaria emerja y florezca.
“Si hay más consumidores y consumidoras activas que pidan ese tipo de medidas, o más retornabilidad y refil, o todo lo que estábamos hablando de alternativas, el mercado se va a mover más rápido”, dijo Cortés. “Porque normalmente te dicen, ‘¿para qué hago ese esfuerzo si a los consumidores les vale que seguimos en el mismo ciclo?'”
Mientras José Luis se dirigía de regreso a Tabasco con los brazos llenos de información de campaña, representaba algo más grande que el éxito de un taller: el efecto multiplicador cuando la organización ambiental hace espacio para que la experiencia vivida se encuentre con los datos científicos, cuando la frustración se transforma en acción coordinada, cuando los ciudadanos dejan de esperar soluciones y comienzan a exigirlas.
Conoce la herramienta digital del CEJ “Navegar del Mundo de los Plásticos”, una herramienta diseñada para consumidores y ciudadanos que investigan y sigue sus actividades en su Instagram (@cej.mexico) o Facebook/X (@cejmexico), y mira su serie de webinars en su canal de YouTube.
