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Cuatro noches, una visión: cómo la danza de la luna transforma a las mujeres en Teotihuacán
By Tracy L. Barnett Posted in Empoderamiento-de-Mujeres-Americas, Espiritualidad, Mexico on 3 octubre, 2025 0 Comments
Danza de la Luna: Sanando la Herida Materna Previous Danza de la Luna en Teotihuacán: Una conversación con la Abuela Ana Lucía Next

En las faldas del Cerro Gordo, una ceremonia de mujeres ha crecido silenciosamente durante décadas, enraizada en el servicio, la preparación durante todo el año y la visión rectora de la Abuela Ana Lucía.

El latido profundo del huehuetl resonaba en el claro, constante, mientras las mujeres se mecían con vestidos blancos bajo la luna menguante. Desde las laderas del Cerro Gordo se alcanzaban a ver, apenas entre la neblina, las pirámides de Teotihuacán, recordatorios de otra era de ceremonia y comunidad. Voces se alzaban desde la Casa de Cantos: “Hey, hey, hey, Ometeotl… Tlazocamati, tlazo, tlazocomati.”

Foto: Husai Marení Neri Palacios

Se llama la Danza de la Luna. Durante cuatro noches cada año, las mujeres se reúnen aquí para moverse al ritmo en la oscuridad, ayunar, cantar, cuidar el fuego y sostener una tradición revitalizada en México hace más de tres décadas.

Al frente está una mujer cuyo camino comenzó en la ciencia, pero tomó un giro inesperado hacia la ceremonia: la Abuela Ana Lucía Chinas, quien ha guiado el círculo de la Danza de la Luna en Cerro Gordo durante los últimos 18 años.

Vea la primera parte de este serie, una entrevista con la Abuela Ana Lucia, AQUI
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Foto: Cortesía Abuela Ana Lucía
La ceremonia y el lugar

De día, el Cerro Gordo vibra con preparativos. Las tiendas de campaña brotan por el campamento; los niños corren entre nopales cargados de tunas; el humo se eleva de las cocinas atendidas por voluntarias. Los equipos de apoyo recolectan leña y agua. Las mujeres elaboran rezos de tabaco, cada uno envuelto con una oración y colgado sobre el nopal central.

De noche, el trabajo se vuelve ceremonial. Las danzantes se mueven en círculo, las cantantes marcan el ritmo del enorme huehuetl, las Águilas de Fuego cuidan las llamas que calientan las piedras del temazcal. Los roles están claramente definidos: danzantes, cantantes, guardianes del fuego, cocineras, equipo de apoyo.

Foto: Tracy Barnett

La participación no es casual. Las mujeres se preparan todo el año para estas cuatro noches, dedicando meses de servicio antes de ser admitidas en el círculo. Las contribuciones se hacen en ofrendas, en trabajo y en disciplina.

Como explica la Abuela Ana Lucía:
“La danza nos prepara… nos enfrenta al sueño, al miedo, al frío. No se vale que subas a la montaña y… regresar igual.”

La danza, dice, está hecha para transformar.

Foto Cortesía: Metztli Mitotianiliztli Danza de la Luna
De ingeniera a abuela

Ana Lucía no siempre fue guía ceremonial. En 1992, era estudiante de ingeniería química en la Universidad de Guadalajara. Ese año, los corredores indígenas de las Jornadas de Paz y Dignidad llegaron a su barrio. Su filosofía y presencia la conmovieron profundamente.

Dos años después, embarazada de su hija, tomó una decisión que cambiaría su vida. “Pensé que debía dejarle a mi hija un mundo mejor. Entonces empecé a danzar—embarazada. Con el tiempo me di cuenta que no nada más era la danza, había toda una serie de prácticas alrededor.”

Su camino inicial incluyó la Danza del Sol, cuyos orígenes suelen atribuirse a las tradiciones lakotas. Pero el líder ceremonial mexica Tlakaélel enseñaba que la Danza del Sol también resonaba con prácticas ancestrales en México. De este diálogo nació la visión de una ceremonia para mujeres.

Foto: Cortesía Abuela Ana Lucía

“En el caminar de Nahui Mitl (Cuatro Flechas, símbolo de los cuatro rumbos sagrados)… la señora Totlalnantzin, Patricia Guerra, empieza a preguntar: ¿qué hay para las mujeres?… Aparentemente la Danza de la Luna le llega a ella en una visión, y la complementa con todo lo que conoció y compartió con mujeres de las diferentes etnias que se reunió.”

La primera Danza de la Luna se realizó en 1992. Una década más tarde, a Ana Lucía se le pidió dar un paso al frente como guía. Al principio se resistió.

“Cuando me dijeron que dirigiera la danza, les dije que no… Después accedí… y cuando cumplí mi cuarto año ya era reconocida como abuela de la Danza de la Luna. Desde entonces me quedé. Esta es mi danza número 22, no he faltado ningún año.”

Si bien mi círculo, el Kalpulli Koakalko, es hoy encabezado por la Abuela Ana Lucía, no es la única Danza de la Luna. Otro círculo ampliamente conocido es el de la Abuela Tonalmitl (Guadalupe Retíz), cuyo Moondance Xochimetztli es considerado por muchas como un círculo madre que convoca a participantes de todo México e internacionalmente.

Retos y resiliencia

Su camino no fue sencillo. Vivía en Jalisco, a cientos de kilómetros, con poco tiempo de vacaciones. Era madre soltera y trabajaba como ingeniera.

“Al principio sentía que era imposible: vivía en Jalisco, tenía poco tiempo de vacaciones, era madre soltera y además trabajaba en mi profesión. Muchas veces pensé que no iba a poder sostenerlo, pero cada año regresaba. Lo que me sostuvo fue la convicción de que este camino era para mi hija y para las mujeres que venían detrás de mí.”

Susy Valencia, Angelica Aviles y Maku. (Foto: Husai Marení Neri Palacios)

La comunidad también enfrentó dificultades. Consejos que se formaron y se deshicieron. Diferencias entre grupos. Sin embargo, año tras año, Ana Lucía perseveró, guiando a las mujeres en la disciplina de la danza.

Reconoce que su estilo es exigente.
“Soy muy disciplinada, muy estricta con los horarios. Cuando empecé a conocer la mexicanidad, me di cuenta de que los valores de nuestros ancestros siguen vigentes. Y vi que no todo es ciencia… hay cosas que los ojos no ven. Yo quería dejarle a mi hija un mundo distinto: no solo de competencia, de dinero y de negocio.”

The children are just as much a part of the Danza as anyone. (Photo: Tracy Barnett)
Una disciplina contra el consumo rápido

La Danza de la Luna no es para todas. Requiere compromiso de largo plazo: a veces años de servicio antes de poder ingresar al círculo.

“Somos disciplinadas: pedimos un año mínimo de servicio y preparación… No todos quieren eso en una sociedad de consumo rápido.”

Ella contrasta esta exigencia con las ofertas de “turismo espiritual” o ceremonias de fin de semana. La Danza de la Luna demanda resistencia: ayuno, noches frías, preparación durante todo el año, y la voluntad de continuar.

“Cuando estoy en el círculo, nadie levanta los pies por mí. Yo soy la que lo tengo que hacer.”

Foto: Tracy Barnett
Transformaciones

Con los años, ha visto cómo la vida de muchas mujeres cambia profundamente a través de la danza.

Una madre, en medio de una batalla legal por la custodia de su hija, le dijo:
“Si no hubiera tenido esta red de mujeres, yo no hubiera aguantado.”

Foto: Susana Valencia

Otra participante, investigadora académica, reorientó sus estudios para incluir la perspectiva de género. Algunas mujeres, que nunca se imaginaron como madres, decidieron formar familias después de vivir la danza.

“Eso nos da una fuerza de voluntad increíble… nos ayuda a entender cuando un camino no es el nuestro.”

Los cambios, dice, son prueba de que la danza no es solo simbólica. Moldea la vida de las mujeres cuando regresan a casa.

Foto cortesía: Tracy Barnett
Continuidad y futuro

La Danza de la Luna en Cerro Gordo lleva ya más de dos décadas. Incluso en el año de la pandemia, las mujeres encontraron la forma de sostenerla. Hoy, el liderazgo es intergeneracional: su hija Ketzalmetztli encabeza los cantos tradicionales, reuniendo a mujeres cada semana alrededor del tambor.

“Se hizo en los noventas… antes de muchos marcos del ‘femenino’… La danza nos hace entender la dualidad… la complementariedad… En la tradición hay roles… y se respetan; pero si falta alguien, nosotras hacemos esas funciones y el rezo sigue.”

Para Ana Lucía, el futuro está en formar nuevas guías.
“Formamos guías: líderes conscientes y preparados.”

Amanecer y legado
Foto: Cortesía Abuela Ana Lucía

Cuando amanece, las mujeres han completado cuatro rondas de danza y canto, cada una de más de una hora. El cansancio se refleja en sus rostros, pero el ritmo no se rompe. Una a una, avanzan hacia la puerta del Norte del círculo, girando antes de salir a la luz del día.

Las pirámides emergen de la neblina bañadas por el sol naciente. Los niños ríen entre las tiendas. Las mujeres se reúnen en la cocina para preparar los alimentos.

Para la Abuela Ana Lucía, la verdadera medida de la danza no está en lo que sucede en la montaña, sino después.
“Que tienen que ser como son, aprender su naturaleza… nadie va a hacer las cosas por ellas… ellas pueden, ellas saben.”

Y así, las mujeres se dispersan de nuevo hacia sus comunidades, llevando consigo la disciplina, la hermandad y la memoria del círculo bajo la luna.

Foto Cortesía: Metztli Mitotianiliztli Danza de la Luna
Qué saber si eres invitada a apoyar
  • La Danza de la Luna no es un espectáculo público; la asistencia es por invitación.
  • Los roles incluyen danzantes, cantantes, copaleras, guardianes del fuego, equipos de cocina y de apoyo.
  • Las contribuciones se hacen en trabajo, comida y recursos.
  • Las danzantes ayunan durante las cuatro noches; los equipos de apoyo comen ligero.
  • El respeto al protocolo es central: no se permiten fotos durante la ceremonia.
Glosario

Temazcal: baño de vapor ceremonial de purificación.
Huehuetl: gran tambor ceremonial.
Rezos: atados de tabaco y tela con oración.
Nahui Mitl (Cuatro Flechas): símbolo de los cuatro rumbos sagrados.
Kalpulli: comunidad o grupo ceremonial.

En otra vida, Tracy Barnett es Macuilxochitl, o Cinco Flor, y una Portadora de Agua. Ha danzado durante 8 años con el círculo de danza Kapulli Kuetzpalkalli en Guadalajara bajo la guía de la Abuela Ana Lucía Chinas.

Para más información, siga la página de Facebook del grupo. Para una lectura más amplia, se puede consultar la entrevista completa con la Abuela Ana Lucía Chinas, realizada durante la Danza de la Luna de 2024, el 19 de octubre, en The Esperanza Project.

Tracy L. Barnett

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