menu Menu
Mujeres indígenas combaten el 'Terricidio' en Argentina
El Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas busca detener el asesinato de la Tierra y la violencia hacia las mujeres y niñas.
By Denali DeGraf Posted in Activismo, Argentina, Empoderamiento-de-Mujeres-Americas on 15 julio, 2022 One Comment
Naciones Indígenas y protectores del agua combaten la nueva fiebre del oro en los Black Hills Previous 18 días de resistencia en Ecuador Next

Mientras el sol naciente iluminaba las laderas andinas sobre la ciudad de Chicoana, en el norte de Argentina, el 22 de mayo de 2022, unas 300 mujeres rodeaban un fuego ceremonial en los terrenos de una escuela rural. Provenían de comunidades indígenas de todo el país, desde la sofocante región del Gran Chaco que limita con Bolivia y Paraguay, hasta los bosques nevados de la Patagonia, miles de kilómetros al sur.

La ceremonia fue para abrir un parlamento plurinacional del Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir, que durante los próximos cuatro días establecería planes de acción para nada menos que enfrentar el terricidio, una palabra que han acuñado que significa el asesinato de la Tierra, así como la violencia sexual generalizada contra las mujeres y niñas indígenas. Las mujeres del movimiento se han dado cuenta de que, a pesar de las enormes distancias entre ellas y la gran diversidad entre sus propias culturas, el único camino a seguir es juntas como mujeres indígenas.

To read this article in English click HERE

Argentina, el octavo país más grande del mundo, tiene gente de 40 naciones indígenas diferentes. Foto: Denali DeGraf

Mucha gente tanto dentro como fuera de Argentina la considera mayoritariamente europea. El imaginario popular sostiene que países como Perú o Bolivia tienen identidades indígenas, mientras que Argentina está llena de italianos, españoles, alemanes y británicos. Es un país de pizza, pasta y bistec, y Buenos Aires se llama “el París de América Latina”. Sin embargo, Argentina, el octavo país más grande del mundo, tiene gente de 40 naciones indígenas diferentes, como señalan rápidamente las mujeres en el movimiento.

Tanto la diversidad como los puntos en común entre los presentes fueron evidentes desde la sesión de apertura. La multitud era una masa de chales tejidos a mano de muchos colores, sombreros de ala ancha, diademas florales de raso, tocados plateados y flores bordadas brillantes. Las personas se presentaron en los idiomas quechua, mapuzungún, guaraní, qom y aymara, entre otros. Pero igual de evidente fue la amplitud de los desafíos catastróficos que todas enfrentan, y también su raíz común.

Mujeres de una comunidad guaraní se preparan para demostrar una danza tradicional para niños de la escuela que albergó el Parlamento. Foto: Denali DeGraf

“Voy a ser indígena donde sea, mapuche donde sea, y voy a resistir en cualquier territorio que necesite de mi corporalidad.” dijo una asistente. Rápidamente se hizo evidente que se necesita resistencia en todas partes. Una comunidad guaraní habló de no tener acceso al agua, mientras que una comunidad mapuche habló del proyecto de represa que amenaza con inundar su territorio por completo. Comunidades de todo el centro-norte de Argentina donde reina la soya hablaron de ser rociadas constantemente con agrotóxicos.

“Tenemos muchos que sufren de cáncer, de úlceras, y cuando vamos al hospital nos dicen que es otra cosa.” dijo una asistente del norte de Salta. “Les decimos que sufrimos fumigaciones al lado, que el viento nos trae los agrotóxicos, pero no nos escuchan y nos dicen que debe ser cualquier otra cosa. Muchos ni van al hospital ya.”

Otros denunciaron la continua tala de bosques para plantar soya principalmente. “Los chicos se mueren de desnutrición; no hay comida porque nos cortaron el acceso al monte.”

Pía Ceballos (con micrófono) y Moira Millán hablan en el Parlamento. Foto: Denali DeGraf

La conversación se centró rápidamente en este hilo común: cuando se roba o se destruye un territorio, todo lo demás se desmorona. Pía Ceballos, activista trans wichí-guaraní, lo dijo sin rodeos: “No es que fuimos a vivir a la ciudad porque nos gusta. Fuimos porque nos sacaron el territorio. No es que no nos dan nada. Nos dan lo peor que hay.” La participación de Pía, junto con la de otras, también marcó un esfuerzo deliberado por parte del movimiento para incluir a todo tipo de personas queer, trans y otras diversidades sexuales.

Alguien más intervino: “No es solamente decir lo que nos hacen. ¿Pensás que ellos no saben los derechos que nos corresponden? ¿Que los territorios son nuestros? Basta de decir ‘somos víctimas.’ ¿Qué vamos a hacer?”

Se festeja la apertura del Parlamento de Mujeres Indígenas. Foto: Denali DeGraf

Esa pregunta, qué hacer con las amenazas que todo lo abarcan y que se ciernen sobre todos, lleva al movimiento a través de una frontera desafiante. Por un lado, el grupo está organizando a mujeres de comunidades en áreas remotas, a menudo con poca o ninguna infraestructura de comunicaciones (a veces ni siquiera con electricidad). Por otro lado, lograr el cambio significa conectar todos los nodos de esta red para impulsar simultáneamente la palancas de poder. Esto requiere altos niveles de visibilidad, lo que a su vez requiere un uso intensivo de tecnología o presencia física, preferiblemente ambos.

Pero si el acceso a la tecnología es limitado, también lo es moverse por el país; además del gasto, es especialmente oneroso para aquellos que mantienen estilos de vida tradicionales de subsistencia con animales y cultivos que no se pueden dejar atrás. Por lo tanto, el Movimiento de Mujeres Indígenas ha estado presionando para desarrollar una presencia visible en línea con campañas activas en las redes sociales que aborden las diversas necesidades de las comunidades en todo el país, pero también emprendan acciones directas.

En octubre de 2019, dos decenas de mujeres ocuparon durante diez días el Ministerio del Interior en Buenos Aires en lo que llamaron “La Rebelión de las Flores Nativas”, con un pliego de demandas. Aun así, fueron rotundamente ignoradas por la prensa nacional y el gobierno.

Moira Millán, weychafe (guerrera) mapuche, activista y cofundadora del Movimiento de Mujeres Indígenas, lleva años recorriendo Argentina, visitando comunidades remotas, haciendo estos lazos que permiten desde esa ocupación hasta este encuentro, el tercero en su género y el primero en tres años, debido a la pandemia.

Este activismo le ha ganado mucho odio. Incluso este evento, que no fue un desafío de acción directa al poder, sino que simplemente reunió a mujeres de diversas comunidades para discutir planes futuros, encontró un duro revés. En los días previos, Moira recibió amenazas de violencia contra ella personalmente. Además, la iglesia católica local difundió rumores de que “los mapuches se habían apoderado de una escuela local”, describiéndola como una toma violenta para crear nada menos que un enclave terrorista, y exigió que se cerrara el evento. Afortunadamente, cuando la policía vino a verificar la situación, encontraron mujeres ancianas enseñando bailes tradicionales a escolares locales y voluntarios cocinando ollas gigantes de guiso de lentejas para alimentar a cientos; se fueron sin entorpecer ninguna actividad.

Ahora, con tanta gente finalmente cara a cara, el desafío es unir fuerzas. Todos aquí pueden ver que la fumigación con glifosato en territorio qom cerca de Paraguay está estrechamente relacionada con las plantaciones de pinos que expulsan a los mapuches de sus tierras en la Patagonia. Pero cuando el Estado ha compartimentado todo —provincias separadas, ministerios separados, municipios separados, legislaciones separadas—, ¿cómo abordarlos juntos? Vinculando todo a la necesidad de territorio y de un asiento en la mesa.

“Aquí no hay separaciones” dijo Millán “aquí somos un movimiento telúrico, que merecemos ser escuchadas, merecemos que nos traten como iguales.”

Moira Millán habla del terricidio. Foto: Denali DeGraf

Esta demanda de ser tratadas como iguales tiene dos vertientes: que el estado reconozca verdaderamente los derechos indígenas (la constitución de Argentina fue enmendada en 1994 para reconocer a los pueblos indígenas, pero la mayoría dice que eso solo existe en el papel), pero también que reconozca a las mujeres como líderes e interlocutoras.

“Que no se hable más con los caciques”, dice Millán, refiriéndose a los jefes oficiales de algunos grupos indígenas, por lo general hombres, y a menudo establecidos por estructuras de poder político para satisfacer sus fines. “Exigimos que el Estado dialogue directamente con nosotras, con las mujeres de nuestras naciones”.

Juana Eritsa Casa (con micrófono) y Elena Martínez Quispe, sanadoras tradicionales de los pueblos quechua y aymara, fueron invitadas especialmente para levantar ceremonias. Foto: Denali DeGraf

Hacedoras por el Buen Vivir

Las estrategias discutidas en el Parlamento fueron de largo alcance. Nelly Curia, ceramista mapuche, dictó un taller sobre economía cooperativa como parte del proyecto del Movimiento “Hacedoras por el Buen Vivir”, que tiene como objetivo distribuir artesanías tradicionales hechas por mujeres en todo el país.

“Estamos generando una plataforma para artesanas, para que puedan encontrar a quienes realmente valoren su trabajo y la historia ancestral que hay detrás.” dijo Curia “La sustentabilidad económica en nuestras comunidades es fundamental. Muchas nunca reciben ni cerca de lo que vale su trabajo. Pero además hablamos del terricidio, de la necesidad de generar formas de ganar la vida que cuiden a los elementos naturales que usamos en nuestros oficios.”

Nelly Curia, ceramista mapuche, da un taller para artesanas acerca de desarrollar formas justas y sustentables de vivir desde la artesanía. Foto: Denali DeGraf

A tiro de piedra al otro lado del campo, otras dirigieron talleres sobre historia, educación y derechos legales indígenas. Ana Fornaro y Maru Ludueña de Agencia Presentes, una agencia de noticias feminista con sede en Buenos Aires y que cubre toda América Latina, dirigieron una discusión sobre la creación de una agencia de noticias de mujeres indígenas.

Este proyecto conjunto del Movimiento y Agencia Presentes lleva varios meses en desarrollo.“Los medios hegemónicos cubren poco los territorios indígenas, y cuando lo hacen, lo hacen a distancia, por teléfono, sin saber mucho de lo que hablan.” dijo Fonaro “Si las mujeres indígenas pueden hacer sus propios reportajes y que los otros medios los levanten, haría que lo que salga sea mucho más verídico.”

Si bien el Movimiento de Mujeres Indígenas está forjando alianzas con organizaciones feministas como Agencia Presentes, tienen cuidado de señalar que ellas mismas no son feministas.“El feminismo es una corriente que surge en determinado contexto, una determinada cultura, y no es la nuestra.” dijo Moira Millán “En esta tierra hay otras formas de relacionarse, otras relaciones de género. El patriarcado fue algo traído, impuesto, y nos lo tenemos que sacar de nuestra manera, no a través de otra ideología europea.”

El cambio que buscan no es solo quién está informando, sino cómo. “Hay muchas formas de comunicar.” dijo una participante, sosteniendo un trozo de tela. “Estos tejidos son la escritura de nuestros ancestros. Sería equivocado reducir todo a las formas que usan los medios generalmente para comunicar. Hay entes que comunican pero no tienen voz, que hay que escuchar de otro modo, como el agua, las montañas.”

Taller sobre el genocidio indígena y sus múltiples interrelaciones. Foto: Denali DeGraf

Alianzas indígenas en América Latina

En este encuentro, las invitadas especiales Adelaida Cucue de Hernández y Alfa Coral Enríquez Reyes fueron invitadas desde México para contar sobre la exitosa resistencia del pueblo purépecha contra los narcotraficantes y los madereros ilegales en Cherán, Michoacán.

“Nos aterrorizaban, sacaban cientos de camiones de madera por día, desaparecían personas… Y las mujeres los enfrentamos.” Dijo Cucue de Hernández “Hasta que los enfrentamos nosotras, las denuncias nuestras nunca fueron tomadas. Venían de Derechos Humanos y decían ‘vamos a hacer algún convenio o no sé qué’ y se iban y nunca pasaba nada. Una vez que armamos las barricadas, nos sitiaron pero aguantamos, y ahora tenemos autonomía en Cherán. Esto lo logramos organizándonos. Organícense.”

Destacó que el trabajo a realizar es integral. “Nuestras formas de pensar son muy importantes; no somos ignorantes. Hay que reivindicar el lenguaje, la astronomía, la gastronomía, la música, la medicina, todo.”

Adelaida Cucue de Hernández cuenta la experiencia del pueblo purépecha, en Cherán, México. Foto: Denali DeGraf

Todo está bajo ataque, y todo debe ser defendido; de ahí el concepto de terricidio. El Movimiento de Mujeres Indígenas ha optado por no utilizar el término ecocidio, implicando el asesinato del medio ambiente natural. El movimiento favorece la palabra terricidio, el asesinato del mundo, que incluye no solo el entorno natural sino también la cultura y el entendimiento humanos.

La espiritualidad tradicional es otro aspecto vital del movimiento indígena, y otras dos invitadas especiales fueron traídas desde Bolivia para dirigir las ceremonias. Elena Martínez Quispe y Juana Eritsa Casaca, amautas o sanadoras tradicionales de los pueblos quechua y aymara, respectivamente, encabezaron ceremonias cada día involucrando a todos los presentes.

“Tratamos la violencia contra los territorios y contra los cuerpos, pero además contra el espíritu.” dijo Moira “En muchos casos hemos olvidado quiénes somos. La ceremonia nos ayuda a acordarnos.”

Elena Martínez Quispe, curandera tradicional aymara, encabezando una ceremonia. Foto: Denali DeGraf

En algunos casos, ese recuerdo está llevando a la gente a reclamar tierras robadas. Especialmente en la Patagonia, un creciente movimiento de devolución de tierras ha estado reclamando el territorio ancestral mapuche, pero el desequilibrio de poder es sorprendente. Soledad Cayunao contó a la reunión cómo está reclamando la tierra de su familia alrededor de las cabeceras del río Chubut, uno de los principales ríos de la Patagonia.

Las invernadas más bajas están en manos de una cooperativa regional de servicios públicos que controla los servicios de teléfono y gas en el área, mientras que las veranadas en una elevación más alta son una finca de caza privada en manos del ex emir de Qatar, el multimillonario Hamad bin Khalifa al Thani. Contra tales fuerzas están Soledad, su esposo y sus tres hijos. “No es solo territorio mapuche”, dijo Cayunao. “Son las nacientes del agua que estamos protegiendo. Tiene que importarle a todo el mundo.”

El Movimiento de Mujeres Indígenas siempre deja una huella artística luego de visitar un lugar; para este Parlamento, se invitó a un grupo de muralistas que pintaron un mural en la pared de la escuela donde sucedió. Foto: Denali DeGraf

Cuando las asistentes comenzaron los largos viajes de regreso a sus diversos lugares de origen, llevaron consigo ese desafío: cómo hacer que sus luchas sean importantes para todos. Una decisión clave que se tomó fue enfocarse en el agua como algo crucial para todas estas luchas, tal como lo señaló Soledad Cayunao. Desde las comunidades que carecen de acceso al agua en Salta y Chaco, hasta la contaminación de las vías fluviales con agrotóxicos en el cinturón de soja, hasta el acaparamiento de tierras por parte de los oligarcas que se apoderan de las fuentes de agua en la Patagonia, el agua se está convirtiendo rápidamente en un punto focal crítico.

Todas reconocieron que estas luchas implican un largo camino. La presencia de los niños en el encuentro fue fundamental para ese entendimiento. El movimiento invitó específicamente a las personas a asistir con sus hijos y se les proporcionaron actividades mientras las madres y abuelas hacían el trabajo de adultos. Algunas cosas toman generaciones, señaló una asistente llamada Eugenia, una peruana que vive en Argentina.

“Mis hijos no hablan aymara. Era demasiado el estigma y no querían. Pero mis nietos sí lo hablan. Les enseñé.” dijo.

Algunos peligros pueden ser demasiado terribles como para esperar una generación para resolverlos. En palabras de Adelaida Cucue de Hernández al cerrar su presentación sobre la lucha purépecha, “Está crítica la situación.” Luego agregó: “Pero hermanas, es muy sencillo. La tierra es nuestra”.

Al terminar el Parlamento, se hicieron lazos que perduran en el tiempo a pesar de las distancias grandes. Foto: Denali DeGraf

Denali DeGraf
Últimas entradas de Denali DeGraf (ver todo)

encuentro mujeres Chicoana Hacedoras por el Buen Vivir Juana Eritsa Casaca La Rebelion de las Flores Nativas MMI Moira Millán Nelly Curia Pía Ceballos terricidio


Previous Next

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cancel Publicar comentario

  1. Acabo de leer todo lo expresado, desde El Salvador.
    Espero muy pronto poder empezar a ser participe de las soluciones poquito a poco.

keyboard_arrow_up